Todas las diócesis, parroquias y comunidades del mundo están invitadas a celebrar la II Jornada Mundial de los Abuelos y las Personas Mayores el próximo domingo 24 de julio. Así lo hizo público la Santa Sede el 14 de julio. En este día, desde Roma se anima a las diócesis a efectuar una liturgia dedicada a los ancianos. Propone participar en la Jornada con la celebración de la Eucaristía o visitar a los ancianos que están solos.
La Jornada, instituida por el Santo Padre y anunciada después del Ángelus del 31 de enero de 2021 se celebra el cuarto domingo de julio, cerca de la fiesta de San Joaquín y Santa Ana, los abuelos de Jesús, el 26 de julio.
Indulgencia plenaria
La Penitenciaría Apostólica, acogiendo la solicitud presentada por el Cardenal Kevin Joseph Farrell, Prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, anunció que en esta jornada podrán recibir Indulgencia Plenaria los abuelos, los ancianos y los fieles que participen en la misa del 24 de julio en la Basílica de San Pedro o en las diversas celebraciones que tendrán lugar en todo el mundo. Se concederá la misma Indulgencia Plenaria a los ancianos enfermos y a todos aquellos que participen espiritualmente en la misa y sagradas celebraciones de la Jornada Mundial a través de los Medios de Comunicación.
Vídeo con motivo de la II Jornada de los Abuelos y Ancianos
Tomas Pajuelo: “Duplican en este lugar su casa”
En la casa sacerdotal “San Juan de Ávila” de Córdoba se respira cariño, respeto y atención a los mayores. Aquí se celebrará el día 24 la eucaristía de modo especial, con la mirada puesta en la cercana fiesta de Marta, María y Lázaro, que será el 29 de julio. Este es un lugar de residencia para los sacerdotes diocesanos, que tras cumplir años de ministerio, se deciden por vivir en este hogar de reposo, oración y convivencia.
En este lugar, salvo el tiempo de pandemia, permanecen otros sacerdotes jóvenes de manera transitoria y familiares de presbíteros, que eligen este recinto para prolongar la vida en común con sus hermanos o tíos. Juntos son una comunidad con 40 habitaciones a su disposición, zonas comunes como comedor, patio, zonas de estar y la Capilla. El servicio de enfermería y de urgencias, conceden mucha seguridad a los residentes, personas que al haber desarrollado una intensa vida pastoral están acostumbrados a la autonomía, “eran sacerdotes cuando no había un laicado tan fuerte como ahora”, argumenta el director de la Casa, el sacerdote Tomás Pajuelo, para definir el alto grado de experiencia eclesial y también social de todos ellos.
Por eso, mantiene Tomás Pajuelo, los residentes “duplican en este lugar su casa” y viven un retiro de acuerdo con su modo de vida sacerdotal.
Muchos sacerdotes van juntos a la eucaristía y la vida comunitaria se completa con ratos de oración y, en momentos puntuales, desarrollan alguna actividad común con la tranquilidad de “saberse acompañados en una casa”. También en esta casa residen sacerdotes mayores que mantienen la vida pastoral de su etapa de actividad plena. Atienden a seminaristas y hacen uso de su dilatada experiencia. Un pozo de sabiduría, ternura y experiencia que hace grande nuestra Iglesia Diocesana.
Hermanas de sacerdotes y amigas
Paula Menor hizo con encajes de bolillos el primer alba de su hermano Bartolomé, el sacerdote que encontró en la pintura una expresión personal de la belleza. Fallecido en el año 2019, su hermana repasa toda una vida vinculada a él por la fe y, mientras recibe el saludo efusivo de una trabajadora de la casa, llega su hija, que la visita con mucha frecuencia, ahora que la pandemia lo permite.
Paula recomienda una vida cristiana, al modo de lo vivido en su casa donde todos siguen al Señor, “para mí la Iglesia es lo primero”, resume. Tras enviudar residió con su hija, Paula Carrión, que destaca las celebraciones que seminaristas y religiosas les ofrecen como signo de compañía permanente. Para esta médico de profesión que su madre tenga alguna tarea dentro de la casa como doblar servilletas del comedor es un acierto para mantener el estado de sus habilidades mentales que “permite que se sientan útiles”. En sus visitas cotidianas, la hija de Paula percibe “un remanso de paz donde se respira cariño, hay fraternidad”.
Paula Menor y Cristina Coca son amigas y pasan juntas ratos de amistad y charla, un encuentro diario que viven con alegría. Cristina, que lleva en la residencia algún tiempo, es también hermana de sacerdote, al que tuvo que despedir con tan solo 33 años. Cada día la eucaristía representa el momento más esperado y está pendiente de incorporarse a otras actividades, “mi misa que no me falte cada día”, asegura que “no estoy mal de salud” y sonríe mientras sentencia: “Aquí estamos hasta que Dios quiera” .
La lectura, “un hobby espiritual”
Don Francisco Flores fue párroco de Santa Marina de Córdoba cuando su hermano Rafael era coadjutor de esta parroquia. Con más de noventa años, su vida trascurre entre la Capilla y la lectura. Fuera de la misa y los comedores el resto del tiempo lo dedica a la Teología Biblíca y libros de espiritualidad y comentarios, de este modo “voy viviendo”.
Su vida sacerdotal ha estado centrada en movimientos, personas y enfermos y también en permanente por la atención a niños y jóvenes como profesor en el Instituto Góngora durante 20 años. La lectura es su “hobby espiritual” , una descripción gráfica para una actividad que no desdeña “ las distancias cortas, no soy hombre de cortas, como Jesús, que hablaba con las personas de “tú a tú“.
En la lectura diaria del periódico se detiene para rememorar la abundancia de vocaciones de su Priego natal pero admite que para el consejo a los jóvenes, la figura de don Gaspar Bustos, también residente en la casa resulta primordial. Con la serenidad del tiempo vivido, don Francisco resuelve a diario su vida entre el cariño de cuidadoras y la atención de las hermanas de Marta y María, que prestan servicio cumpliendo el carisma de su congregación de atender al sacerdote.
Madre Marilub es la madre superiora de la comunidad que vela por el bienestar de los residentes, para ella su trabajo persigue que los residentes se sientan “amados, queridos y respetados y dejen atrás los momentos difíciles de sus vidas, que todo eso sea para edificarles y que piensen que están en el mejor momento de sus vidas y que se sientan también guiados espiritualmente.