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Madres Mónica: La fuerza de la oración compartida

Desde que Pilar Fernández-Martos conoció en Cádiz estos grupos, su decisión ha sido firme: darlos a conocer a nuestra diócesis. Estos grupos se reúnen allí donde hay una comunidad de Agustinos o religiosas Agustinas, mientras que en Córdoba la primera experiencia radica en la parroquia de San Miguel Arcángel.

En la parroquia de San Agustín de Cádiz encontró Pilar la imagen de Santa Mónica, algo que llevaba buscando un tiempo, “nos encontramos las dos, el día de Santa Mónica lo celebramos allí y le entregamos un ramo de flores por devoción y una madre me preguntó si yo pertenecía a uno de los grupos, fue entonces cuando me enteré de que existían y que se dedicaban a rezar todas por los hijos de todas, de ahí la eficacia de esta oración en grupo”.

Al volver a Córdoba, siguió las indicaciones del párroco de la Iglesia gaditana y habló con su párroco, don Pedro Cabello, que se mostró dispuesto a colaborar y facilitar la formación de estos grupos y ofreció la posibilidad de exponer al Santísimo para llevar a cabo la oración de santa Mónica. Esta es la parte fundamental y diferente de la llevada a cabo en Cádiz de cada encuentro, seguido de la lectura de los nombres de los hijos de las madres congregadas y ofrecer el rezo del santo Rosario a todas las personas por las que se reza. “Aquello me pareció una oportunidad y nos pusimos a trabajar y al mes ya teníamos un grupo muy números.

Empezamos a reunirnos en San Miguel al mes”, recuerda la impulsora de este modo de rezo en comunidad para la que resultó relativamente sencillo congregar a muchas  madres ya que “es muy difícil que una madre diga no a rezar por sus hijos, porque todas quieren que sus hijos crezcan en virtudes cristianas, tengan o no problemas sus hijos”.

Los grupos madre Mónica de Córdoba no tienen un número limitado de personas, como sí ocurre en Cádiz con los llamados “coros” de siete madres, se trata de dar facilidades para que las madres se acerquen a Dios y puedan rezar con el único compromiso de rezar la oración de Santa Mónica, bien en casa bien en la parroquia y reunirse una vez en semana para participar en la Exposición del Santísimo, se reza la oración, se dicen los nombres por los que se reza y a partir de ahí se reza el Rosario y los 27 de cada mes, se celebra en cada parroquia donde hay un grupo por las intenciones de todas “las madres Mónica”, es ahí donde “barremos para adentro porque el Señor nos tiene que sostener a las madres para lidiar con toda la problemática que puedan tener”.

La mayoría de las madres que llegan a Madres Mónica lo hace porque sus hijos atraviesan grandes dificultades, el ideal de todas ellas es que sus hijos vayan al cielo, aunque nos es así como se expresa en la dinámica del grupo, “todo problema lo ponemos ante el Señor, también  a personas que han perdido la fe y por aquellos que s hayan podido sentir llamados a la vida consagrada”. Ya ha habido conversiones y curación y, aunque los problemas no van a cambiar, “la madre se siente acompañada y cambia la actitud que tiene ante esos problemas: ya no está sola y sabe que la oración lo puede todo”.

También hay hijos adoptivos de “Madres Mónica”, una adopción espiritual a aquellos cuyas madres han fallecido y son las integrantes actuales las que se encargan de rezar por ellos,  “algo queda mucha paz a las personas que están gravemente enfermas, de alguna manera saben que cuando no esté, seguiremos rezando. Es un consuelo importante para ellas”. Si hay un familiar cercano a una madre Mónica con enfermedad, también se reza por ellos y son muchos los que han sentido compañía y consuelo. Es así como la oración sirven de vínculo entre ellas.

¿Dónde están los grupos “Madre Mónica” en Córdoba?

Parroquia de San Miguel Arcángel de Córdoba
Parroquia de Nuestra Señora de la Esperanza
Parroquia de la Trinidad
Parroquia de Cristo Rey
Parroquia del Carmen de Puerta Nueva
Parroquia de Santa Teresa

+INFO: En la Sacristía preguntar por el grupo “Madres Mónica”, dejar el teléfono y nombre para avisar a la coordinadora de cada parroquia

¿Quién era santa Mónica?

Santa Mónica, Madre de San Agustín, nació en Tagaste a unos 100 km de la ciudad de Cartago en el año 332, al norte de África. Su familia le infundió una estricta disciplina a su educación, marcada por la austeridad y la renuncia, de acuerdo con las estrictas normas de sus padres que quiso desafiar. Cuando abandonó la niñez fue bautizada y el amor por Dios dirigió su vida para ser protagonista de una conversión que causó la admiración de todos.

Ella deseaba dedicarse a la vida de oración y de soledad, pero sus padres convinieron el matrimonio con un hombre trabajador, aunque sin inquietud espiritual y dueño de un carácter difícil y agresivo. Patricio no era católico, aunque nunca se opuso a que dedicara su vida a la oración y a la caridad. Del matrimonio nacieron tres hijos con los que vivió una maternidad marcada por las dificultades de la personalidad de su hijo Agustín, a la que tuvo que tuvo que enfrentarse en solitario tras la muerte de su esposo, que había sido bautizado antes de morir, como fruto de sus plegarias por su conversión.

La inteligencia de su hijo Agustín le permitió estudiar filosofía, literatura y oratoria en Cartago, mientras abandonaba la vida espiritual que su madre había procurado para él con dedicación y la oración diaria, pero su éxito social y su pericia física, lo fueron alejándose poco a poco de la fe y se fue sometiendo al pecado. El sufrimiento se instaló en la vida de Mónica al ver que el mayor de sus hijos se alejaba de Dios. Firme en sus convicciones, no dudaba en defender a Dios ante su hijo y fue así como un día tuvo un sueño en el que se veía en un bosque llorando por la pérdida espiritual de su hijo, se le acercó un personaje muy resplandeciente y le dijo «tu hijo volverá contigo». Esto sucedió en el año 437. Aún faltaban 9 años para que Agustín se convirtiera.

En cierta ocasión Mónica contó a un Obispo que llevaba años y años rezando, ofreciendo sacrificios y haciendo rezar a sacerdotes y amigos por la conversión de Agustín. El obispo le respondió: «Esté tranquila, es imposible que se pierda el hijo de tantas lágrimas». Esta y lo que oyó decir en el sueño, le daban consuelo y llenaban de esperanza, a pesar de que Agustín no consideraba volver a la vida cristiana y abrazaba creencias sectarias que lo alejaban de la fe, de la educación recibida y del fervor de las oraciones de su madre.

A los 29 años, Agustín decide irse a Roma a dar clases. Ya era todo un maestro. Mónica lo sigue para alejarlo de influencias negativas,  pero Agustín al llegar al puerto de embarque se embarca sin ella y llega a Roma sin su madre. La perseverancia de Mónica no conoce límite y toma otro barco y llega a la ciudad.

En Milán, la madre de San Agustín fue una mujer influyente, cercana a San Ambrosio, Arzobispo de la ciudad, que le ofreció una protección paternal, bondadosa y sabia, de la que su hijo no podría zafarse. Su figura resultaría fundamental en la vida del hijo mayor de Mónica, que comenzó a experimentar un cambio profundo lleno de cariño y respeto hacia San Ambrosio. Aquella cercanía propició abrir su corazón y su mente y abrazar la fe católica.

La conversión esperada

En la fiesta de Pascua del año 387 Agustín recibió el bautismo. Después se instruyó en la religión. Ya convertido, volvió con su madre a África, y se fueron al puerto de Ostia a esperar el barco. Pero Mónica ya había conseguido todo lo que anhelaba es esta vida, que era ver la conversión de su hijo. Ya podía morir tranquila. Estando en una casa junto al mar, mientras madre e hijo admiraban el cielo estrellado y platicaban sobre las alegrías venideras cuando llegaran al cielo, Mónica exclamó entusiasmada: » ¿ Y a mí que más me amarra a la tierra? Ya he obtenido de Dios mi gran deseo, el verte cristiano.» Poco después le invadió una fiebre, que en pocos días se agravó y le ocasionaron la muerte. Murió a los 55 años de edad el mismo año que su hijo recibió el bautismo.

Orar,
confiar,
esperar

María del Valle llegó al grupo de oración a través de una amiga. Estaba recién operada y se sintió sostenida por sus compañeras, madres que como ella confiaban en la fuerza de la oración y enseguida notó “una conexión fuerte” con santa Mónica y reconoció el “efecto positivo” que ha tenido en ella la integración en el grupo de “madres Mónica” de la Parroquia de San Miguel Arcángel de Córdoba. Ha notado el efecto de la oración sobre sus hijos y ha conseguido ser “más dulce, como santa Mónica, en relación a mi hijo, la relación ha mejorado”, admite. Junto a María del Valle reza Nuria quien atravesaba un momento complicado con uno de sus hijos cuando se encontró con la oportunidad de rezar por él, “para ser mejor madre”. Desde entonces siente que pertenece a una pequeña comunidad y, aunque su vida sencilla no ha cambiado, “si noto que mi voluntad y mi actitud es más firme: todas tenemos las mismas búsquedas, los mismos temores”

El agradecimiento de María del Valle es compartido por otras mujeres. Es el caso de Soledad Nevado que asegura haber encontrado la paz. No se siente sola al pensar que “otras madres oran por la conversión de mis hijos” y ha cambiado cierto sentimiento de posesión por amor, respeto y respuestas ante sus dudas y las de sus hijos.

Rafi Morales también pertenece a un grupo de “Madres Mónica” de la Parroquia de  Parroquia de Santa Teresa, donde su párroco, Luis Recio,  le presentó el proyecto precioso para una madre que es de rezar por sus hijos y por los de otras madres. “Lo he sentido como un regalo del Señor, ese mismo día todo se puso en marcha”, recuerda, mientras asegura aunque parezca una frase hecha, “la unión hace la fuerza y es importante la oración en comunidad y representa una forma de crecer en comunidad, rezando unos por otras”. Rafi celebra la sencillez de la oración de santa Mónica y siente mucha alegría al “trabajar para el Señor”, expresa así la paz de saber que hay personas que rezan por sus hijos. Un camino nuevo y confiado porque “pertenecer a madres Mónica me hará ser mejor madre para ellos”.

En la Parroquia del Carmen de Puerta Nueva, María del Mar Fernández Gómez, es la coordinadora del grupo desde el principio, antes aún santa Mónica era un referente para ella, “me acogí a su intercesión, rezaba todos los días, pero rezaba sola por la enfermedad de uno de nuestros hijos”. Desde que conoció los grupos se unió a ellos porque “la oración es la mejor arma que tenemos para ayudarnos” y en los que encuentra fuerza espiritual y apoyo y que le permite estar más unida “si algún día estamos más decaídas, viendo que una rezamos por otras; tú rezas y rezan por tus hijos”.

Hay madres que han duplicado su presencia. Es el caso de Carmen Barbancho, que pertenece al grupo de la parroquia y al de San Miguel. “Es acción del Espíritu Santo porque la oración nos une de una manera inexplicable”, defiende mientras admite que “no ha cambiado la relación con mis hijos, pero ha aumentado mi esperanza en su conversión”. El agradecimiento está muy presente en esta nueva etapa de su vida de oración.