Durante los dos últimos fines de semana del mes de marzo se celebró un Cursillo prematrimonial en el que seis parejas jóvenes reflexionaron acerca de su futuro matrimonio en el seno de la Iglesia.
APUNTES
VOZ DEL PASTOR
Han llegado los días santos
QUERIDOS HERMANOS Y HERMANAS:
Todos los días son buenos y santos para alabar a Dios, pero hay algunos especialmente señalados, en los que Dios se acerca más a los hombres y los hombres se acercan más a Dios. La liturgia de la Iglesia señala el calendario, y fija en el tiempo y en la historia los días santos. Uno no puede celebrar la Semana Santa cuando le apetezca o elegir los días como elige sus propias vacaciones. La liturgia la señala la Iglesia, que es prolongación en el tiempo de Cristo para los hombres.
Comenzamos la semana santa con la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, a lomos de la borriquita. La escena está llena de alegría, de bulla y de esperanzas satisfechas. En ese momento, Jesús no reprocha las aclamaciones como rey. Viene como rey a salvarnos del pecado y de la muerte eterna, está deseando consumar su entrega. Entra en Jerusalén a lomos de una borriquita humilde, no como han entrado tantos conquistadores a lomos de caballos potentes. En la segunda parte de esta fiesta se nos lee la Pasión del Señor, este año según san Lucas, para introducirnos en los misterios de la pasión del Señor. En la mañana, la borriquita. En la tarde, las procesiones de pasión. Entremos con Jesús en Jerusalén. La piedad popular nos irá poniendo ante los ojos distintas escenas de la pasión de Jesús, acompañado siempre por su bendita Madre.
El martes, como anticipo de una de las celebraciones del jueves santo, celebramos la Misa crismal. Todos los sacerdotes en torno al obispo en medio del Pueblo santo de Dios. En esta celebración la Iglesia profundiza en la conciencia de esposa santa, adornada con los dones del Esposo, ungida por el Espíritu Santo, que brota a raudales del corazón de Cristo, para ungir a sus hijos con el santo crisma en el bautismo, en la confirmación, en el orden sacerdotal. Es una celebración que expresa la sinodalidad de la Iglesia: el centro es Jesucristo, el ungido por el Espíritu santo, que unge a su esposa la Iglesia para santificarla, llenándola de sus dones.
El jueves es el día de la reconciliación de los penitentes, y en la tarde celebramos la Misa de la Cena del Señor con el lavatorio de los pies. Cristo anticipó su entrega sacrificial, invitándonos a este banquete, que perpetúa la Iglesia por el ministerio de los sacerdotes. Así nos dejó el testamento de su amor y nos mandó “lavarnos” los pies unos a otros, es decir, ponernos en actitud de humilde servicio ante los demás. Es el icono de Cristo y del cristianismo a lo largo de la historia. Prolongamos la adoración eucarística fuera de la Misa, para subrayar la grandeza de este sacramento.
El viernes es día de dolor con Cristo doliente. Dejemos que nos entre por los ojos y por todos los sentidos y que golpee nuestra sensibilidad para poder entrar en el secreto de esta pasión redentora, en el corazón de Cristo, que ama al Padre hasta el extremo y nos ama a los hombres sin medida. “Amó más que padeció”, nos recuerda san Juan de Ávila.
Y si contemplamos los dolores a todos los niveles, físico, psicológico y espiritual, es para dejarnos conmover por tanto amor, que ha de cambiar nuestra vida. No podemos pasar indiferentes ante tanto amor, y hemos de ser pregoneros del mismo para todos los hombres. “Sepan todos que nuestro Dios es amor”, sentencia el santo doctor.
El sábado es día de silencio contemplativo junto al sepulcro del Señor. Con María, como María, acompañando a María en su soledad. Y haciéndonos cargo de tantos sufrimientos que padecen los hombres de nuestro tiempo, sufrimientos peores que la misma muerte. Es una llamada al acompañamiento. Todos podemos acompañar a alguna persona que sufre, para aliviarla, para dar sentido a su dolor, puesto que el sufrimiento es el ingrediente que Dios ha tomado sobre sí para expresar el amor. El sufrimiento ya no es una desgracia, sino la ocasión de conectar con lo más hondo de la persona, que es su capacidad de amar y de ser amada.
En la próxima carta me detendré en la resurrección del Señor.
Recibid mi afecto y mi bendición:
+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba
Vía Crucis
para la Pastoral Penitenciaria
Este hombre conoció la cárcel y la soledad, la pastoral penitenciaria pudo acompañarlo y de esa vinculación nació la posibilidad de escribir un Vía Crucis que iba a celebrarse en el centro penitenciario de Córdoba. La pandemia lo impidió y ahora en libertad ha podido ser testigo de su representación gracias a la hermandad de la Merced. El pasado 1 de abril tuvo lugar este acto litúrgico en la parroquia de San Antonio de Padua. En este Vía Crucis este hombre expresa cómo el perdón de Dios lo ha salvado por encima de normas y condenas. Solo con Cristo sintió la libertad.
Con la dirección de Miguel Ángel de Abajo y textos de este interno de la Prisión Provincial de Córdoba, la representación del Vía Crucis contó con Rafael Alejandre como lector y las interpretaciones de Marcos Medina como Jesús; Maite Montero como la Virgen María; Andrés Romero como Juan, Cirineo, Pilatos y romano y M. Carmen Gómez como María Magdalena. Inma Fernández representó a Claudia Prócula y María Salomé e Inma Navas a María de Cleofás
Vía Crucis
CON TEXTOS DE SAN JUAN DE ÁVILA
San Juan de Ávila
Obispado de Córdoba
Se trata de una obra inédita que recoge textos seleccionados de los sermones cuaresmales y de su conocida obra “Tratado del amor de Dios”.
Los textos de la Sagrada Escritura para el Vía Crucis han sido tomados de la nueva traducción oficial de la Conferencia Episcopal Española a la que se une por primera vez parte del legado literario y espiritual del doctor de la Iglesia cuyas reliquias se veneran en Montilla.
Este Vía Crucis está dirigido a parroquias, sacerdotes, comunidades religiosas y hermandades para que el rezo de piedad esté presente todo el año y, fundamentalmente, durante el tiempo de Cuaresma.
El libro está disponible en la Librería Diocesana. Puede realizar su pedido a través del correo electrónico libreria@diocesisdecordoba.es o a través de WhatsApp 655 156 557.
AL TRASLUZ
ANTONIO GIL. Sacerdote
La Semana del Amor
Llega la Semana Santa, envuelta en las solemnes celebraciones litúrgicas, la Semana Mayor, a la que bien podemos llamar como la Semana del Amor o «el tiempo del que ama». Así la denominó preciosamente el poeta José García Nieto, en uno de sus versos: «Gracias porque ha llegado el tiempo del que ama». El amor de Dios que se derrama sobre las entrañas de la humanidad en cataratas de salvación. En palabras de nuestro obispo, monseñor Demetrio Fernández, «la fuerza de la gracia de Dios quiere hacer hombres nuevos, dispuestos a morir con Cristo para resucitar con Él a una vida nueva».
En la Semana Santa que comenzamos, Dios nos ofrece, ante todo y sobre todo su amor: «Tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo Unigénito para salvarlo». Por eso, podemos llamarla la «Semana del Amor», que el pueblo cristiano contempla en sus imágenes con sublime devoción. En segundo lugar, Dios nos ofrece su vida, derramando en la Cruz hasta la última gota de su sangre. La Cruz no conduce a la muerte sino a la vida. Y en tercer lugar, Dios nos ofrece la salvación. Él llevó nuestros pecados en su cuerpo y sobre el madero de la cruz, para que, «muertos a nuestros pecados, vivamos para la justicia». Y como último regalo en su pasión, nos ofrece una Madre, a María, para que nos acoja y nos abrace con ternura. Amor, vida y salvación, tres regalos infinitos de la Semana Santa.