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NÚMERO 777 • 25 DE FEBRERO DE 2022

FUNDACIÓN DIOCESANA
DE ENSEÑANZA SANTOS
MÁRTIRES DE CÓRDOBA

Personas de futuro,
Colegios Diocesanos

CAUSAS DE LOS SANTOS • LA HERMANA JUANITA YA ES VENERABLE

APUNTES

Retiro de Amor Conyugal

El Obispo clausuró el retiro que celebró Proyecto Amor Conyugal el pasado fin de semana, en la casa de espiritualidad San Antonio, al que asistieron un centenar de personas.

Cursillos prematrimoniales

Parroquia de Cristo Rey

Un grupo de parejas realizaron el pasado fin de semana sus Cursillos prematrimoniales en la parroquia de Cristo Rey.

Cursillos prematrimoniales

Cabra

Nueve parejas realizaron sus cursos prematrimoniales durante dos fines de semana en el mes de la familia.

Retiro de sacerdotes en la parroquia de Cristo Rey

Ha tenido lugar el día 24 de febrero, dirigido por monseñor Demetrio Fernández, que ha comentado el discurso del Santo Padre en el Simposio “Por una teología
fundamental del Sacerdocio”.

VOZ DEL PASTOR

Por sus frutos los conoceréis

QUERIDOS HERMANOS Y HERMANAS:

“No hay árbol sano que dé fruto dañado, ni árbol dañado que dé fruto sano. Cada árbol se conoce por su fruto” (Lc 6, 43), nos enseña Jesús en el Evangelio de este domingo. La vida cristiana es la vida de Dios en nosotros, es la vida de Cristo como vid fecunda, cuya sabia corre por los sarmientos hasta dar fruto abundante.

Vivimos inmersos frecuentemente en situaciones de mentira, de simple apariencia, de puro marketing. Jesús nos enseña a no dejarnos llevar por las apariencias y nos indica un signo seguro de discernimiento: los frutos. Esto se ve con claridad en las vidas de los santos. Quizá durante su vida en la tierra había ciertas nieblas o contradicciones en las apreciaciones. Cuando ya ha terminado su vida en la tierra, y se toma en su conjunto, aparece con más claridad la acción de Dios y la respuesta a su gracia, aparecen las virtudes y los frutos de santidad de tales virtudes. Entonces, es más fácil hacer un juicio. Hay perspectiva para mirar con amplia mirada, y los frutos son innegables.

Lo mismo sucede en nuestra propia vida, aunque uno nunca es juez en propia causa. Pero a todos nos toca aportar nuestro juicio en asuntos que afectan al bien común, al bien de las personas. La vida cristiana está hecha de acompañamiento, que recibimos y que damos a los demás.

Y eso nos pone en situación de discernimiento continuo. No puede ser bueno lo que produce frutos malos, y no puede ser malo lo que produce frutos buenos. Aunque los frutos no se producen de un día para otro, y hay que tener paciencia para que tales frutos maduren a su tiempo.

A veces comentamos sobre grupos eclesiales en estos momentos de cambio, en que el Espíritu quiere reformar su Iglesia, dinamizarla con nueva linfa vital, rejuvenecerla. En este grupo o comunidad aparecen tales rasgos positivos, pero siempre hay algo negativo que el pecado humano ensombrece. En aquel otro, se acentúan tales aspectos, aunque andan flojos de aquello otro. Nada hay perfecto en este mundo, pero los frutos nos dan la clave de interpretación. Si hay buenos frutos, ahí está el Espíritu. Si hay buenos frutos, allí está actuando Dios. Por sus frutos los conoceréis.

Los buenos frutos no nos dispensan de la conversión continua a la que cada uno está llamado, y a la que están llamados grupos y comunidades en la Iglesia. Más bien, son un estímulo permanente. “Al que no da fruto, mi Padre lo quita; y al que da fruto, mi Padre lo poda para que dé más fruto” (Jn 15,2). La poda, por tanto, es un signo de buen fruto. Un árbol seco no está sujeto a poda, se corta sin más. Si se realiza la poda es en un sarmiento vivo y con el fin de que dé más fruto aún.

Bien saben los agricultores que dejar el árbol sin podar es condenarlo a la dispersión de energías y a la baja calidad de los resultados. La poda es necesaria en la rama viva, para reconducir la savia y mejorar la calidad de los frutos.

La vida de Dios en nosotros es un misterio hondo, que percibimos en la fe, pero que está llamado a dar frutos visibles de buenas obras. No podemos juzgar de lo interior, pero los frutos son exteriores y visibles, y estamos llamados a dar fruto abundante. “Pues de lo que rebosa el corazón habla la boca”. Ciertamente, no podemos juzgar de la corriente de gracia subterránea que alimenta tantos corazones, pero estamos llamados a rebosar en frutos de buenas obras. No todo quedará en lo oculto.

Nos preparamos para la cuaresma, tiempo de poda en plena primavera, para dar frutos de vida nueva en la resurrección de la Pascua.

Recibid mi afecto y mi bendición:

+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba

FUNDACIÓN DIOCESANA SANTOS MÁRTIRES DE CÓRDOBA

PERSONAS DE FUTURO, COLEGIOS DIOCESANOS

Formada por 15 centros educativos, más de 4.500 alumnos y 450 profesionales de la educación, la Fundación Diocesana de Enseñanza tiene como principal objetivo “crear personas felices, personas de futuro”

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LIBRERÍA DIOCESANA

El fracaso del ateísmo

CULTURA POSMODERNA Y FE RAZONABLE

Jesús María Silva Castignani
Editorial Palabra

Editorial Palabra publica esta nueva obra que demuestra que ni los «maestros de la sospecha» con sus argumentos filosóficos ni los nuevos ateos y sus explicaciones pseudocientíficas han conseguido fundamentar la postura del ateísmo.

El mundo sin Dios, que prometía ser un paraíso, se ha convertido en un infierno. Los tres valores fundamentales que ensalza la sociedad posmoderna: tener, poder y placer provienen de los tres grandes autores materialistas que pusieron las bases de la crisis posmoderna: Marx, Nietzsche y Freud. Este legado que muy pocos se cuestionan condiciona nuestro modo de ver el mundo, la vida y a nosotros mismos. Por eso es importante repensar nuestra cultura desde una perspectiva crítica que permita liberarnos de las corrientes predominantes de pensamiento.

Este libro pretende, ante todo, ayudar a pensar y repensar el mundo actual.

El libro está disponible en la Librería Diocesana. Puede realizar su pedido a través del correo electrónico libreria@diocesisdecordoba.es o a través de WhatsApp 655 156 557.

AL TRASLUZ

ANTONIO GIL. Sacerdote

La Paz, valor universal

Hace unos días, el cardenal Antonio Cañizares entonaba una «Oración por la paz», en un articulo periodístico, ante los conflictos y tensiones entre Rusia y Ucrania: «Necesitamos la paz, la necesitamos urgentemente, necesitamos esa paz que el mundo no puede dar, la necesitamos más que nunca, la necesitamos de verdad, para superar el vivir en permanente tensión y crispación por parte de unos y otros». Pablo VI nos dejó una frase histórica: «El desarrollo es el nuevo nombre de la paz». Juan Pablo nos habló de los pilares de la paz verdadera, que son «la justicia y esa forma particular del amor que es el perdón». San Francisco de Asís, que fue «un ángel de la verdadera paz», suplicaba en una de sus plegarias encendidas: «Señor, haz de mí un instrumento de tu paz».

«No podemos dormir en este tiempo», subrayaba con fuerza en su artículo, el cardenal Cañizares. «Necesitamos velar. Necesitamos intervenir. Todos. No podemos quedarnos con los brazos cruzados».

Cuando hablamos de la paz, no podemos olvidar sus cuatro ámbitos más importantes: La paz personal, la paz familiar, la paz social, la paz internacional. Quien tiene la paz, la transmite con todo lo que dice y hace. Quien está reconciliado consigo mismo, puede hacer de «reconciliador» para los demás. Y recordemos siempre que Jesucristo colocó la «paz» en su saludo a los apóstoles, para que la extendieran a lo largo y a lo ancho del mundo.