Un grupo de jóvenes recibieron el Sacramento de la Confirmación en la parroquia de Santa Teresa de Córdoba, el día 10 de julio, de manos del Vicario del Valle del Guadalquivir, José Ángel Moraño.
APUNTES
VOZ DEL PASTOR
Venid a descansar un poco
QUERIDOS HERMANOS Y HERMANAS:
Fin de curso, fin de ciclo, altas temperaturas, necesitamos un descanso. Es tiempo de vacaciones. El evangelio de este domingo sintoniza con esta necesidad y escuchamos de Jesús estas palabras: “Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco”. El tiempo de vacaciones que todos acogemos con deseo, debe ser también un tiempo bien aprovechado, pues las vacaciones no consisten en no hacer nada. Se trata más bien de relajar el ritmo, las prisas, el estrés con el fin de cultivar los grandes valores del alma, que necesita su alimento para devolvernos el equilibrio de toda la persona.
El ritmo trabajo/descanso viene ya establecido por Dios mismo en el origen del mundo. Dios hizo simbólicamente la creación en seis días, y el séptimo día descansó. Ahí tenemos una enseñanza fundamental para nuestro trabajo y nuestras actividades. Con facilidad nos embalamos, nos aceleramos, nos zambullimos en la actividad. O porque nos gusta y nos crea adicción, o porque necesitamos ganar más dinero, o porque tiran de nosotros los demás en la urgencia del trabajo terminado, o porque se junta lo uno y lo otro y llega un momento en que no sabemos parar.
El descanso que Dios se tomó al concluir la creación nos está enseñando a todos que no estamos hecho sólo para trabajar, para actuar, para no parar. Estamos hechos para que nuestra persona crezca armónicamente, y aprendamos a tomar distancia del trabajo para atender otras dimensiones de la vida.
En aquellas páginas del Génesis, Dios descansó para enseñarnos que tanto el trabajo como el descanso tienen un sentido religioso, es decir, nos vincula con Dios. El trabajo, porque nos hace colaboradores de Dios, prolongando su obra con nuestras manos, con nuestra inteligencia, con nuestro trabajo incluso corporal. El descanso, porque nos ayuda a reconocer la obra de Dios, a no embebernos u obsesionarnos con las obras de nuestras manos y a reponer nuestras fuerzas para continuar en la tarea.
Bendito sea el tiempo de vacaciones. Ya no sólo el descanso semanal, que Dios introdujo en el comienzo de la creación, sino el descanso vacacional, más largo y con más posibilidades. Jesucristo nos invita a tomarnos ese descanso con él. Muchas personas aprovechan sus vacaciones para abrirse a un trato más amplio con Dios, que sabemos que nos ama, y al que no dejamos espacio suficiente en nuestras vidas. Las vacaciones son ocasión para más oración, para más reflexión, para revisar la misión encomendada por Dios y el cumplimiento por nuestra parte.
Las vacaciones son tiempo para compartir más tiempo con la familia, que es el ámbito natural en el que se desenvuelve la vida. No debiera ser tiempo para intensificar los conflictos, sino todo lo contrario, para poner cada cosa en su sitio y remediar las posibles tensiones que se generan con el ritmo trepidante del trabajo.
Estar más tiempo juntos, disfrutar de la compañía de aquellos a quienes queremos, visitar a las personas que no hemos podido atender tanto en el pasado año, y sobre todo en este momento de pandemia. La familia es un ámbito a potenciar durante el tiempo de vacaciones.
Para muchos jóvenes las vacaciones son tiempo de nuevas experiencias de crecimiento. O completar estudios en lugares distantes, o una experiencia misionera con un grupo de amigos para sensibilizarse de las necesidades en los países pobres, o adentrarse en disfrutar de la naturaleza, respetándola y compartiendo sus bellezas. El tiempo de vacaciones es tiempo de respirar hondo y de poner el alma y el cuerpo en sintonía con la creación que Dios nos ha dado.
Os deseo a todos unas felices vacaciones. Y tengo muy presentes a los que no podrán disfrutarlas por diversas razones. O porque no tienen trabajo, o porque la salud está quebrantada, o porque los problemas son acuciantes. A todos nos dice Jesús este domingo: “Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco”. Sea cual sea nuestra situación, que él sea siempre nuestro descanso.
Recibid mi afecto y mi bendición:
+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba
LA DIÓCESIS ESTRENA UN ESPACIO WEB SOBRE PATRIMONIO CULTURAL DE LA DIÓCESIS Y UNA GUÍA DE PATRIMONIO
«Fruto de la fe y para la evangelización»
La presentación ha tenido lugar el jueves, 15 de julio, en el Palacio Episcopal, de manos del obispo de Córdoba, monseñor Demetrio Fernández, y el director del Secretariado para el Patrimonio Cultural, Jesús Daniel Alonso
El espacio será un instrumento de ayuda para la gestión del patrimonio cultural de la diócesis de Córdoba y, como ha resaltado el Obispo, una herramienta para “dar a entender que lo que tiene la Iglesia lo tiene como fruto de la fe y para la evangelización”
VIVIR LA LITURGIA
Participando, la liturgia moldea la vida
JAVIER SÁNCHEZ MARTÍNEZ
Miembro de la Delegación diocesana de Liturgia
Cuando participamos en la liturgia, recibimos la impronta del Espíritu Santo que, con la forma de Cristo, nos sitúa en el mundo para vivir una liturgia santa, encarnada en lo concreto de nuestra vida. ¿Cómo? Las oraciones, especialmente la oración de postcomunión, apuntan en esa dirección así como muchas preces en Laudes. O dicho de otra forma, la participación interior de los fieles nos conduce a un modo de vivir santo en el mundo.
Lo vivido y celebrado en la liturgia, da forma a nuestra vida. Lo celebrado no es un paréntesis ritual, sino una transformación: “te suplicamos, Señor, que se haga realidad en nuestra vida lo que hemos recibido en este sacramento”, prolongando eucarísticamente en lo cotidiano lo vivido: “concede… manifestar fielmente en nuestras vidas lo que celebramos en la eucaristía”.
La vida litúrgica es fuente de santidad: “te rogamos, Señor, que esta eucaristía nos ayude a vivir más santamente”, “la participación en los santos misterios aumente, Señor, nuestra santidad”.
La liturgia es escuela del más puro espíritu cristiano, robusteciendo lo que somos por el bautismo.
Orienta para la unidad de vida, la coherencia entre lo celebrado y lo que luego se vive, entre las palabras y las obras.
La unión con Cristo en la Eucaristía nos hace partícipes de su obra redentora, asumiendo y completando en nosotros lo que falta a la Pasión de Cristo en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia (cf. Col 1,24): “haz que, por el trabajo del hombre que ahora te ofrecemos, merezcamos asociarnos a la obra redentora de Cristo”.
Esa unión con Cristo permite que demos frutos verdaderos. Sin Él no podemos hacer nada; pero con Él todo lo podemos: “Oh Cristo, vid verdadera de la que nosotros somos sarmientos, haz que permanezcamos en ti y demos fruto abundante, para que con ello reciba gloria Dios Padre”.
Esos frutos se entregan y se ofrecen a los demás, buscando su salvación, la salvación del mundo: “concédenos vivir tan unidos en Cristo, que fructifiquemos con gozo para la salvación del mundo”, “concédenos, ahora, fortalecidos por este sacrificio, permanecer siempre unidos a Cristo por la fe y trabajar en la Iglesia por la salvación de todos los hombres”. Cuanto hacemos y vivimos, lo que trabajamos y las obras santas, pero también la oración personal y comunitaria, la plegaria, se ensanchan con corazón católico deseando que la salvación sea eficaz en todos los hombres.
Al participar así en la liturgia, vamos siendo transformados.
¿Sabías que...
la lamparilla del Sagrario tiene una doble finalidad?
El Misal, en su número 316, habla del uso obligatorio de la lamparilla con la doble finalidad de indicar y honrar la presencia de Cristo: «Según una costumbre tradicional, junto al sagrario permanezca siempre encendida una lámpara especial, alimentada con aceite o con cera, con la que se indica y se honra la presencia de Cristo».
Santiago en el fin del mundo
Jesús Bastante
La Esfera de los Libros • Colección Novela histórica
Por primera vez, se novela la vida del hombre cuya tumba, en Compostela, ha configurado la mayor peregrinación de la historia de la humanidad.
El mejor Santiago es el Santiago inventado, por eso se agradece que Jesús Bastante nos regale esta entretenida novela y deje claro que el camino es producto de su imaginación y que los hechos no son hechos; son ficción.
Tres extranjeros caminan, sin rumbo conocido, por la península. Uno de ellos, quien les dirige, no es otro que Santiago, el hijo del Zebedeo, hermano de Juan y discípulo de Jesús. Jesús Bastante ha recreado la vida y milagros del Apóstol durante su estancia en Hispania; también la de quienes les guían y la de sus perseguidores. Brujas, magos, mercenarios, asesinos… hasta la Virgen María.
El libro está disponible en la Librería Diocesana. Puede realizar su pedido a través del correo electrónico libreria@diocesisdecordoba.es o a través de WhatsApp 655 156 557.
AL TRASLUZ
ANTONIO GIL. Sacerdote
El carisma carmelita
Estos días se celebran solemnes novenas en honor de Nuestra Señora del Carmen, advocación mariana tan arraigada en el pueblo cristiano. Evoquemos algunas pinceladas históricas: El Monte Carmelo ha sido siempre un monte sagrado. La palabra “Carmelo”, etimológicamente, viene a decir “jardín” o “viñedos de Dios”. En la antigüedad estaba cubierto por viñedos y fue siempre famoso por su fertilidad. El profeta Elías lo convirtió en el refugio de la fidelidad al Dios único y lugar de encuentro con el Señor. En tiempos de las Cruzadas, ermitaños cristianos inspirados por la vida y el espíritu del profeta
Elías, se acogieron en las grutas de aquel Monte, reuniéndose en torno a una iglesia que dedicaron a la Virgen María, tomándola como patrona de su grupo.
Nacen los carmelitas en aquel grupo de ermitaños que, inspirados en el profeta Elías, se retiraron a vivir al Monte Carmelo.
Crecen los carmelitas aquel 16 de julio de 1251, día en el que según la tradición, la imagen de la Virgen del Carmen se le aparece a San Simón Stock, superior general de la Orden, a quien le entregó sus hábitos y el escapulario, principal signo del culto mariano carmelita.
Se extienden los carmelitas y la devoción mariana a la Virgen del Carmen a muchos países de Europa, entre ellos, España.
Arraigan los carmelitas en ciudades y pueblos de Andalucía, llegando a Sevilla en 1358.
Difunden los carmelitas su carisma por todas partes: La contemplación, entendida como un proceso de transformación, constituida por tres elementos: “Oración, fraternidad y servicio en medio del pueblo”. Miremos estos días a la Virgen del Carmen, nuestra Madre.