Los feligreses de Ojuelos Altos celebraron una misa y procesión por la localidad con motivo de San Antonio de Padua en la parroquia de Santa Bárbara.
APUNTES
Confirmaciones en la parroquia de la Esperanza
Un grupo de 29 adultos de la parroquia de Ntra. Sra. de la Esperanza de Córdoba recibió el pasado día 11 de junio, el Sacramento de la Confirmación de manos del Vicario General de la Diócesis, Antonio Prieto.
Confirmaciones en la parroquia de San Francisco y San Eulogio
Un grupo de jóvenes del Camino Neocatecumenal y algunos adultos de la parroquia San Francisco y San Eulogio de Córdoba recibieron el Sacramento de la Confirmación el pasado 11 de junio, de manos del párroco Joaquín Alberto Nieva
Cursillos prematrimoniales en La Carlota
La parroquia de la Inmaculada Concepción de La Carlota acogió el pasado fin de semana los Cursillos Prematrimoniales en los que participaron seis parejas de novios.
Prematrimoniales en Santa María Madre de la Iglesia
Cinco parejas se prepararon para el sacramento del Matrimonio en la parroquia de Santa María Madre de la Iglesia
VOZ DEL PASTOR
Una ley para la muerte
QUERIDOS HERMANOS Y HERMANAS:
La ley orgánica 3/2021 de 24 de marzo de 2021 legaliza la eutanasia en nuestro país. Su entrada en vigor, a los tres meses de su promulgación, será el 25 de junio próximo. En la justificación de motivos para aprobarla, el texto habla de demanda social, de derecho a elegir sobre la propia vida y la propia muerte, al tiempo que la Constitución garantiza el derecho a la vida y la defensa de la vida de toda persona. Esta ley supone un paso atrás en la defensa de la vida, y constituye una derrota del hombre de nuestro tiempo.
Se presenta con tintes de libertad: yo decido sobre mi vida y sobre mi muerte, pero esconde un egoísmo acumulado en nuestra sociedad, en la que no se acepta el sufrimiento porque no se le encuentra ningún sentido y se exalta la propia libertad para dominar la vida y la muerte, la propia y la ajena. Con esta ley, en la práctica, podrán ser eliminados los que estorban, o a petición propia o a petición de sus familiares, o incluso de oficio por parte del personal sanitario, al que le cabe siempre la objeción de conciencia. El hombre asume una vez más el papel de Dios, y se considera dueño absoluto de su vida.
El sufrimiento se nos presenta siempre como absurdo. Sólo Jesucristo ha iluminado esta realidad de la persona, porque él mismo ha recorrido ese camino voluntariamente, decididamente, con ansiedad incluso de que llegara. El sufrimiento, algo repelente por su propia naturaleza, Jesucristo lo ha convertido en lenguaje para expresar el amor hasta el extremo.
Mirando a Cristo crucificado, millones de cristianos a lo largo de toda la historia han encontrado paz, fuerza y esperanza, han encontrado sentido a sus propios sufrimientos.
“Amo más que padeció”, recuerda san Juan de Ávila. La religión cristiana no es por tanto la religión del dolor, sino la religión del amor. Es la luz de Cristo que ilumina el sufrimiento humano y le da sentido, porque puede ser vivido como expresión de un amor más grande, y adquiere así un valor cuasinfinito, si lo vivimos unidos a Cristo redentor.
Este sentido del sufrimiento se ha ido perdiendo en las sociedades cristianas. Más aún, ha ido creciendo el sentido hedonista de la vida; es decir, estamos aquí para disfrutar de la vida, para sacarle todo el jugo de placer que podamos. Si a esto, además, nos incitan desde fuera con el consumismo que nos invade, no necesitamos más. La vida se convierte en una carrera hacia el placer, para conseguirlo a cualquier precio. He aquí un motor de la economía.
Pero llegan momentos en la vida que no tienen explicación ninguna, en los que el placer desaparece y las energías vienen a menos. Qué sentido tiene entonces sufrir. Viene entonces el planteamiento del suicidio, realizado por sí mismo o con la ayuda de otros, “para dejar de sufrir”.´
Jesucristo es capaz de iluminar el corazón del hombre, incluso en esas situaciones extremas, para decirnos: tu vida es muy valiosa, porque puede convertirse en una ofrenda de amor más limpio, y con tu vida, por muy limitada que esté, podemos arreglar el mundo.
Para eso, hemos de salir al encuentro de los que sufren: un familiar, un amigo, un enfermo en el hospital, cualquier otra persona. He encontrado en mi vida verdaderos testimonios heroicos en este campo, que son fruto del amor y por nada del mundo hubieran pedido nunca la muerte. Se necesita un rearme moral en nuestra sociedad para que a nadie le apetezca morir, sino que quiera siempre vivir, porque se siente amado y alentado continuamente. Hoy, con los avances de la ciencia, se puede controlar el dolor para no sufrir por encima de la propia capacidad. La solución no es la muerte, sino los cuidados paliativos, que habrá que desarrollar para que lleguen a todos. La solución sigue siendo Jesucristo, el único que da sentido al dolor y a la muerte.
Recibid mi afecto y mi bendición:
+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba
MEMORIA DE ACTIVIDADES 2020
Córdoba es una de las Diócesis españolas que más fondos aporta a las misiones
La clave para sostener el testimonio cristiano de caridad que se expresa mediante la evangelización y la misión universal de la Iglesia es apoyar a los territorios de misión y promover el espíritu misionero. Con estos dos grandes objetivos, Córdoba se ha posicionado como una de las Diócesis españolas que más ha colaborado en el mantenimiento de las misiones y la segunda provincia andaluza. Incluso, el día 22 de junio será una voluntaria cordobesa la que participe en la videoconferencia convocada por OMP desde Roma, para que como Dios Padre envió a su Hijo al mundo para salvarlo y Cristo envió al Espíritu Santo para realizar su obra salvífica e impulsar a la Iglesia a llevar al mundo entero la vida de Dios, Córdoba siga el mandato misionero de Jesús.
VIVIR LA LITURGIA
Eclesialidad de la liturgia para participar
JAVIER SÁNCHEZ MARTÍNEZ
Miembro de la Delegación diocesana de Liturgia
La participación interior en la liturgia se realiza cuando hay un espíritu católico. Con profundo sentido eclesial, reconoce en la acción litúrgica no una acción privada, no identifica la liturgia como algo grupal, restringido a la propia comunidad. “Las acciones litúrgicas no son acciones privadas, sino celebraciones de la Iglesia, que es «sacramento de unidad», es decir, pueblo santo congregado y ordenado bajo la dirección de los Obispos” (SC 26).
El sentido católico dilata el corazón, lo ensancha, permitiendo vivir la liturgia con una mayor hondura. La reducción secularista centra la liturgia en los participantes, en la comunidad, insistiendo en la fiesta o el compromiso. Todos los fieles deben experimentar en sus almas que la liturgia es una “epifanía de la Iglesia”, que “el Misterio de la Iglesia es principalmente anunciado, gustado y vivido en la Liturgia” (Juan Pablo II, Vicesimus Quintus Annus, n. 9).
Las súplicas de la Iglesia en su liturgia son siempre universales, incluyen a todos, miran las necesidades del mundo entero. Lo más alejado de ese espíritu católico es rogar sólo por las propias intenciones, por los allí presentes.
La liturgia es acción de Cristo y de la Iglesia entera, la del cielo y la de la tierra, unida a su Cabeza. Es una realidad magnífica: “La Liturgia es «acción» del «Cristo total» (Christus totus)” (CAT 1136).
En la liturgia, incluso en su celebración más sencilla y pobre, con unos pocos fieles, se vive la liturgia en Comunión con todos los santos del cielo, en Comunión con la Iglesia peregrina y con la Iglesia que se purifica (en el purgatorio). Es lo que expresa la cláusula final de los prefacios: “Por eso, con los ángeles y los santos, te cantamos el himno de alabanza…”.
También la catolicidad se expresa en las plegarias eucarísticas: “En comunión con toda la Iglesia” (Canon romano). Por último, se vive esta catolicidad en la Liturgia de las Horas, “con la alabanza que a Dios se ofrece en las Horas, la Iglesia canta asociándose al himno de alabanza que perpetuamente resuena en las moradas celestiales” (IGLH 16).
El sello de la catolicidad marca la participación interior en la liturgia: se vive católicamente, esponjando el alma, cuando uno se reconoce recibiendo un don, la liturgia, que no es manipulable a gusto de la propia asamblea, sino en comunión con toda la Iglesia, respetando sus rúbricas y normas.
¿Sabías que...
el precepto dominical tiene un sentido claro?
Es fuente de libertad auténtica, para poder vivir cada día según lo que han celebrado en el «día del Señor». Peligra la identidad cristiana y su conciencia cuando se deja la Misa del domingo. “Participar en la asamblea litúrgica dominical, junto con todos los hermanos y hermanas con los que se forma un solo cuerpo en Jesucristo, es algo que la conciencia cristiana reclama” (Benedicto XVI, Sacramentum caritatis, n. 73).
Obras completas
VI/2: JESÚS DE NAZARET. ESCRITOS DE CRISTOLOGÍA
Joseph Ratzinger
BAC Editorial • Colección Maior
El volumen VI/2 de las Obras completas reúne los aportes más significativos de Joseph Ratzinger en el campo de la cristología. Durante toda su vida le acompañó la pregunta: « ¿Quién es Jesús de Nazaret para los hombres, para el mundo?». Desde la perspectiva de la cristología espiritual, que parte de la oración de Jesús y de la Iglesia, Joseph Ratzinger logra superar la fractura entre el Jesús histórico y el Cristo de la fe, y aunar ontología y soteriología en sus estudios sobre el misterio pascual, la encarnación y la universalidad salvífica de Jesús.
El libro está disponible en la Librería Diocesana. Puede realizar su pedido a través del correo electrónico libreria@diocesisdecordoba.es o a través de WhatsApp 655 156 557.
AL TRASLUZ
ANTONIO GIL. Sacerdote
Momentos sublimes en la Eucaristía
Junio nos deja el aroma eucarístico del Corpus Christi. Y con él nos hemos adentrado en el Tiempo Ordinario. Me gustaría seleccionar “Siete momentos” especialmente sublimes en la celebración de la Santa Misa.
Primero, los tres “besos” del celebrante, dos al altar de Dios y uno al santo evangelio. Un gesto de veneración al altar que simboliza la actitud ferviente y vivencial de cuantos participan. Segundo, el “Señor, ten piedad”, que aúna en el corazón el arrepentimiento y el sentir en lo más vivo del alma la compasión de Dios, derramándose en nuestras vidas. Tercero, “el lavatorio de las manos”, con las palabras: “Lava del todo mi delito, Señor, y limpia mi pecado”. Cristo es el que lava las manos del sacerdote, en ese momento, invitándonos a la limpieza y transparencia de nuestras vidas. Cuarto, el momento de “la elevación de la Sagrada Hostia y el cáliz”, susurrando todos: “Señor mío y Dios mío”, mientras el celebrante puede sentir esas tres “presencias de Cristo, en sus manos, en su corazón, en sus obras”. Quinto, “la paz del Señor esté siempre con vosotros”, como saludo del Señor, como lluvia de fraternidad y de consuelo, como signo de reconciliación. Sexto, esa petición que el sacerdote hace en secreto al Señor, antes de comulgar: “Jamás permitas que me separe de Ti”. Séptimo, “la mano extendida de los fieles, a la hora de la comunión”. Es la mano limpia que espera, que recibe, que acoge, la mano que guardará ese instante de máxima cercanía con Jesucristo. Siete momentos de luz, de sublimidad, de amor divino.