La consejera de Cultura y Patrimonio Histórico de la Junta de Andalucía, Patricia del Pozo, visitó esta semana la Mezquita-Catedral para conocer de primera mano los trabajos arqueológicos que se están desarrollando en el Patio de los Naranjos.
APUNTES
VOZ DEL PASTOR
Cristo resucitado disipa toda duda
QUERIDOS HERMANOS Y HERMANAS:
Tiene Jesús mucho interés en disipar toda duda o vacilación acerca de su resurrección. El evangelio de este domingo tiene ese objetivo. Una vez que los discípulos se han encontrado con Jesús, vuelven a preguntarse; pero, ¿será verdad? O, ¿será una ilusión de mi mente? Esta duda nos asalta a todos antes o después, porque si es verdad, todo cambia en nuestra vida. Y si no es verdad, todo sigue igual y va perdiendo consistencia. Por tanto, si no se nos plantea nunca esta duda es porque quizá no estemos dispuestos a cambiar nada, y para eso mejor ni siquiera dudar.
La resurrección de Jesús es el punto central de nuestra fe cristiana. Incluso la muerte de Cristo y la pasión que le precede adquiere todo su sentido con la luz de la resurrección. Si Cristo no hubiera resucitado, esa pasión y esa muerte, por muy aparatosas que fueran, se quedarían en una expresión de buena voluntad, pero sin ninguna consecuencia en nosotros. Sería un buen ejemplo, sin más.
Por el contrario, como ha sucedido, si la resurrección de Jesucristo es un acontecimiento real e histórico, aunque desborde nuestra mente, se convierte en una luz y una energía potentísimas, que nos hacen entender el significado de la pasión y de la muerte de Jesús, y su victoria sobre la muerte, que nadie más ha alcanzado. Nos cambia el horizonte futuro de nuestra vida, de nuestra muerte y del más allá de la muerte. Porque la resurrección de Jesucristo es anticipo de nuestra propia resurrección, incluso corporal.
La resurrección de Jesucristo certifica que él es Dios, que ha sido constituido Señor para gloria de Dios Padre, que ha resucitado según había dicho. Sus discípulos no le conocen a la primera, porque está cambiado; pero cuando él les descubre quién es, los discípulos le identifican inconfundiblemente. Por tanto, ellos llegan a verle tal cual es, pero sólo son capaces de reconocerle cuando Jesús les desvela su rostro. Ese descubrimiento, por un lado, les lleva a identificarle, pero al mismo tiempo es inapresable, no pueden retenerlo, está en otra dimensión.
El paso de su dimensión a la nuestra se realiza porque él se acerca y entra en contacto con nosotros. El momento más intenso de esa cercanía es la Eucaristía, que contiene a Jesús vivo y resucitado, no sólo durante la celebración, sino quedándose con nosotros para la adoración permanente y para poder llevar la comunión a los enfermos e impedidos. Por eso, la adoración eucarística es la comunicación personal cara a cara con Jesús, aunque él permanece en su dimensión y por eso no podemos verle tal cual es. La fe nos dice: Está aquí, venid a adorarlo. Y cuando entramos en su presencia, antes o después él nos hace percibir su presencia con una paz profunda, que nadie más puede conceder. La fe en la resurrección nos lleva a la Eucaristía, y la misma Eucaristía alimenta en nosotros la fe en la resurrección.
La Eucaristía viene a ser “como una fisión nuclear acaecida en lo más íntimo de nuestro ser” (Benedicto XVI, JMJ Colonia 2005). Si la fisión nuclear del átomo es de una intensidad tremenda, la explosión atómica, la entrada de Jesús en nuestra alma por la Eucaristía se asemeja a esa “fisión nuclear”, capaz de transformar nuestra vida y la historia de la humanidad. La Eucaristía es un acontecimiento que sucede continuamente, Jesucristo sigue cumpliendo su promesa y entra continuamente en nuestra dimensión para transformarnos desde dentro y generar en nosotros como una explosión de amor, que lo cambia todo.
Vale la pena detenernos en esta Pascua a considerar la fuerza tan potente de la resurrección de Cristo en cada uno de nosotros y en la humanidad entera, no sea que tengamos reprimida esa energía por nuestra incapacidad o por la obstrucción de nuestro corazón. La Eucaristía es capaz de transformarnos y nos hace capaces de transformar el mundo entero. Abrimos de par en par nuestras puertas para que entre el Resucitado y lo haga todo nuevo en nosotros.
Recibid mi afecto y mi bendición:
+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba
EDUCAMOS ENTRE TODOS
Ana Mª Roldán Roldán. Delegada Diocesana de Enseñanza
Alcanzar la sabiduría: Enseñar el arte de vivir
EL ARTE DE CONTEMPLAR LA VIDA
“La sabiduría es la vida misma: la realidad del vivir, la existencia no como tregua, sino como pacto conocido y aceptado en su fascinante y dolorosa totalidad”. “Lo importante es saber, con una seguridad que brota innegociable de lo más honde del alma, si estamos dispuestos a amar la vida tal y como se presenta”.
La vida se nos presenta como un misterio a desvelar, como una amalgama de verdad y sufrimiento, de alegría y de cansancio, de amor y soledad. Somos libres de considerarla cada uno de distintos modos. Podemos verla como algo irrisorio, sin sentido, o podemos interpretarla como una empresa sublime. Podemos llegar hasta a separarnos de nuestra propia vida, tapándola con una muralla de discursos, de angustias, de confusas esperanzas.
Es necesario saber acogerla con toda nuestra fuerza interior, “amarla incondicionalmente por lo que es, muchas veces pura impotencia, pura pérdida, carencia irresoluble”.
Acoger la vida “tal como se nos presenta, sin mentiras ni ilusiones; y eso requiere un camino de depuración sin renunciar a la complejidad de la propia existencia, pero aceptando que no se puede desvelar completamente”.
Para que esto sea posible es necesario saber contemplar la vida: prudente y generosamente “mantener los ojos abiertos de par en par sobre el momento presente”. Esto nos ayudará a hacer una alianza con nuestro ahora para, simplemente, ir despojándonos de lo que nos estorba y abandonándonos en el amor real a la vida. Los cristianos tenemos la luz de la fe para iluminar esa mirada. Con esta luz, que ahora se nos ha desbordado en la Pascua, todo cobra sentido. Descubrimos cómo un Dios Padre Providente nos guía a cada paso y nos educa. Nos ayuda a encontrar el equilibrio entre el ideal al que aspiramos y la realidad, a ser unos idealistas con los pies en la tierra.
Para saber mirar la vida de esta manera hay que saber practicar la ley del retiro y del retorno, es decir, separarnos periódicamente de nuestra vida cotidiana y dejarnos limpiar la mirada por el toque de Dios para poder mirar todo con ojos limpios. Después podremos volver a nuestra lucha diaria afrontando la vida con sabiduría.
Tomado de José Tolentino Mendonça
“Pequeña Teología de la lentitud” (Fragmenta Editorial)
120 AÑOS DE PRESENCIA DE LAS MADRES ADORATRICES EN CÓRDOBA
Respeto y escucha para
MUJERES ÚNICAS
Desde 1856, la Congregación de las Adoratrices Esclavas del Stmo. Sacramento y de la Caridad, ha empleado la pedagogía del Amor para acoger, acompañar, promocionar e insertar laboral y socialmente a la mujer gestante y a las familias monomarentales que han sido víctimas de la trata de personas, violencia de género, prostitución o exclusión social. Unas biografías cargadas de dolor y soledad que las deja a la orilla de la integración y las somete a la vulnerabilidad y la exclusión.
En Córdoba durante el año 2020, setenta y cinco mujeres con sus hijos han sido atendidas por la Comunidad de Adoratrices que cumple 120 años de servicio en esta diócesis. Su personal técnico y las personas voluntarias componen un sistema para el acogimiento, compañía y capacitación de estas mujeres. En plena pandemia solo cinco mujeres menos que en 2019 han llamado a su puerta, a pesar de que el cierre de fronteras ha mermado el flujo migratorio.
En la casa de las Adoratrices de Córdoba, en 2020 se han atendido a mujeres de 12 nacionalidades distintas. Para cada una de ellas, el servicio ofrecido por la entidad, ha querido ser un reclamo, un grito, para que la sociedad asuma la dignidad de estas mujeres con respeto, compromiso y determinación.
VIVIR LA LITURGIA
Piadosa intercesión de los mártires
JAVIER SÁNCHEZ MARTÍNEZ
Miembro de la Delegación diocesana de Liturgia
Combatieron bien el combate de la fe y lucharon hasta el final, por lo que fueron coronados con la corona de gloria prometida. Ahora son intercesores ante Dios y el Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos.
Anclado en el alma humana siempre ha estado el respeto a los propios difuntos y un cierto culto en torno a ellos; así también nació el culto a los mártires, pero cobrando una fisonomía bien distinta. En lugar del círculo restringido de la familia, se asocia la comunidad entera con su obispo.
La piedad de los fieles se manifestó pronto invocando a los mártires, encomendándose a ellos, dirigiéndoles sus oraciones –y más tarde todos los santos en general-. San Ambrosio exhorta a los fieles a dirigir sus plegarias a los mártires, ya que son nuestros intercesores y nos obtienen el perdón de los pecados (cf. De Viduis 9,55).
Sin embargo por los difuntos se reza, se ofrecen sufragios (Misas, oraciones y limosnas) sin canonizarlos o pensar que ya están ante Dios de manera automática: es
necesario pedir por las almas que se purifican en “el purgatorio” (CAT 1031) y por ello “la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico, para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia a favor de los difuntos” (CAT 1032). Basta ver serenamente los textos litúrgicos del Ritual de Exequias o de las Misas por los difuntos para ver cómo la Iglesia encomienda a Dios las almas de los fieles difuntos, suplicando por su salvación.
San Agustín, por ejemplo, diferencia claramente entre mártires y los demás fieles difuntos: “en la Iglesia católica no se ora por ellos [los mártires]. Se ora por los demás fieles difuntos, por los mártires no se ora. En efecto, salieron de tal forma purificados que no son nuestros protegidos sino nuestros abogados” (Serm. 285,5).
Por los mártires nunca se rezó, sino que se les rezó a ellos, se les invocó y se les veneró.
¡A los mártires los invocamos, por los difuntos rezamos pidiendo por sus almas! “Nos acogemos a las preces de los santos, y oremos para que intercedan por nosotros” (S. Juan Crisóstomo, Hom. in Gen., 44,2).
¿Sabías que...
un fiel puede ayudar a dar a la comunión sosteniendo el cáliz?
Así lo dice el Misal en su número 284, si no hay otros ministros: “Cuando se distribuye la comunión bajo las dos especies: … ayuda (…) con el cáliz (…) un fiel a quien, en caso de necesidad, se le encomienda ese oficio para esa determinada ocasión”.
Las armas de la luz
Jesús Sánchez Adalid
Editorial HarperCollins
Cerca del año 1000, Almanzor amenaza el norte de la península Ibérica. Unos misteriosos barcos arriban a la costa tarraconense y dejan un extraño presente en el pequeño puerto de Cubelles. Este es el inicio de la emocionante peripecia vital de dos muchachos que acabarán viajando al Alto Urgell, cuando el conde Armengol I está a punto de unirse a la gran alianza de condes y magnates que han decidido independizarse definitivamente del reino franco y, a la vez, romper con las antiguas servidumbres impuestas por el poderoso califato de Córdoba.
En medio de todo esto, una mujer joven se debatirá para liberarse de las ataduras de su cerrado mundo familiar y social.
Sanchez Adalid presenta un gran friso narrativo que recrea el agitado inicio del segundo milenio: la vida en los castillos y campamentos guerreros, las peculiares relaciones entre nobles y clérigos, la rica cultura monacal, las costumbres cotidianas, el amor, la guerra, el miedo y el valor. Siempre con la Córdoba califal como telón de fondo.
Las armas de la luz nos regala un viaje claro y anímico hacia el sorprendente mundo medieval, en el que se cruzan y entremezclan héroes de ficción y protagonistas históricos.
El libro está disponible en la Librería Diocesana. Puede realizar su pedido a través del correo electrónico libreria@diocesisdecordoba.es o a través de WhatsApp 655 156 557.
AL TRASLUZ
ANTONIO GIL. Sacerdote
El Año Jubilar de la familia
Seguimos viviendo el Año Jubilar dedicado a la Familia, coincidiendo con el quinto aniversario de la Exhortación Apostólica «Amoris laetitia», que culminará con el Encuentro Mundial de las Familias, previsto para junio de 2022, en Roma. El papa Francisco escribió este documento con un grandísimo amor a la familia y a las familias, con las que comparte sus sufrimientos, sus trabajos, sus alegrías, sus logros, sus problemas, sus esperanzas. Un texto para la esperanza: No puede ser de otra manera cuando todo arranca de la alegría del amor y se mueve en ese horizonte. El papa Francisco subraya con fuerza tres hermosos mensajes para que las familias los graben con fuerza en su corazón.
Primero, la definición más completa y hermosa de lo que es el matrimonio: «El matrimonio cristiano, reflejo de la unión entre Cristo y su Iglesia, se realiza plenamente en la unión entre un varón y una mujer, que se donan recíprocamente en un amor exclusivo y en libre fidelidad, se pertenecen hasta la muerte y se abren a la comunicación de la vida, consagrados por el sacramento que les confiere la gracia para constituirse en iglesia doméstica y en fermento de vida nueva para la sociedad».
Segundo, uno de sus grandes desafíos: «Uno de los desafíos fundamentales frente al que se encuentran las familias de hoy es seguramente el desafío educativo, todavía más arduo y complejo a causa de la realidad cultural actual y de la gran influencia de los medios de comunicación. La educación integral de los hijos es obligación gravísima, a la vez que derecho primario de los padres».
Tercero, «la gran tarea de los esposos es estimular el crecimiento, la consolidación y la profundización del amor conyugal y familiar, a través de la paciencia, la actitud de servicio, la amabilidad, el desprendimiento, la ternura, el diálogo, el perdón y la confianza».
DIEZ AÑOS DE MISIÓN EN PICOTA
NÉSTOR HUÉRCANO
¿Cómo surgió la idea de realizar un tiempo de voluntariado en Picota?
El seminario mayor organiza cada cierto tiempo una experiencia misionera en picota, ya que los candidatos al sacerdocio, al igual que todo cristiano, debe no solo entender, sino experimentar que la vida del cristiano es esencialmente misionera y que no hay forma más hermosa de vivir la fe que compartiéndola con aquellos que el Señor nos pone día a día en nuestro camino.
Así llegado mi quinto año de formación en el seminario mayor comenzamos a preparar esta aventura de fe. El principal objetivo de nuestra peroración era nuestro propio corazón, ya que si el corazón del misionero no está enamorado no puede ser misionero.
¿Qué recuerdas de aquella experiencia misionera?
Son muchísimos los recuerdos que llegan, cuando vemos alguna noticia o artículo sobre nuestra misión diocesana en Picota. Lo que más me impactó al llegar allí fue sin duda la sed de Dios que tienen nuestros hermanos de Picota y las aldeas. Tanto la acogida como la despedida fueron inolvidables, tienen la capacidad de hacernos sentir en casa, sin duda alguna esta es la grandeza de ser Iglesia, que allí donde vamos encontramos hermanos y donde estamos entre hermanos estamos en familia.
No es difícil impresionarse de la belleza de aquellas montañas y paisajes, pero lo más grande es la belleza de aquellos generosos corazones. A cada pueblo que entrábamos teníamos las puertas de cada casa de par en par.
No puedo olvidar el rezo del viacrucis en la aldea de Misquillacu, íbamos con el crucifijo de la capilla que aunque humilde era de grandes dimensiones, conforme iban pasando las estaciones del viacrucis, se iba perdiendo de vista la imagen del crucifijo porque los niños iban por el camino cogiendo flores y colocándoselas al Señor trenadas en la cruz.
¿Qué te enseñó la gente que te encontraste allí?
Cuando uno va a la misión de Picota, va con la idea de misionar a aquellos hermanos y de enseñarles muchas cosas pero cuando uno regresa se da cuenta que hemos sido nosotros los misionados y aleccionados con su vida, su fe y su alegría.
Son incontables las cosas que nos enseñaron; la primera es que no hace falta tanto para ser feliz. En nuestra sociedad consumista parece que el que más tiene, es más feliz. Hubo varios momentos en los que se me conmovió el corazón en la misión y este fue sobre todo en la visita a los enfermos, en Picota y las demás aldeas, no hay medios para cuidarlos como se merecen: equipos médicos, medicinas, una cama… fue muy duro ver como las familias atienden a sus enfermos de la mejor manera posible.
¿Cómo cambió tu vida al volver a tu vida cotidiana?
Es imposible volver de allí y quedar indiferente, el solo hecho de caminar por la acera de la calle o poder viajar por una carretera asfaltada, todo parecía nuevo. Pero hay algo que cambió nuestra vida y es descubrir la importancia de las cosas valiosas. Dar importancia al tiempo de calidad con aquellos que tenemos y apreciar aquello que no vemos.
¿Mantienes todavía vinculación con la misión diocesana?
La principal vinculación que mantengo con nuestros hermanos de allí es la presencia de dos hermanos sacerdotes por los que rezamos y a los que seguimos por los medios de comunicación. Creo que los sacerdotes de nuestra Diócesis y muchos laicos sentimos a Picota como parte de nuestra Iglesia diocesana, es parte de nuestro corazón.