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NÚMERO 736 • 11 DE ABRIL DE 2021

AÑO FAMILIA
AMORIS LAETITIA

Un año para redescubrir el valor de la familia

TIERRA DE MARÍA | LA DEVOCIÓN A LA VIRGEN MARÍA EN EL TIEMPO DE PASCUA

APUNTES

Celebración de la Santa Misa Crismal

El obispo de Córdoba, monseñor Demetrio Fernández, presidió la solemne Misa Crismal el Martes Santo en la Santa Iglesia Catedral con doscientos presbíteros de la Diócesis, que celebraron la renovación de las promesas sacerdotales.

Una veintena de jóvenes en los Ejercicios Coraje

Del 26 al 28 de marzo, tuvieron lugar estos ejercicios espirituales dirigidos por el Vicerrector del Seminario “San Pelagio”, Florencio Muñoz, en la casa de espiritualidad San Antonio.

Sexto aniversario de la Capilla de Adoración Perpetua

La Parroquia de La Consolación acogerá la celebración de la eucaristía el domingo 11, a las 15:00 horas, presidida por el Vicario General de la Diócesis para conmemorar el sexto aniversario de la apertura de la Capilla de Adoración Perpetua.

VOZ DEL PASTOR

Domingo de la Misericordia

QUERIDOS HERMANOS Y HERMANAS:

La aparición de Jesús resucitado al apóstol Tomás remata el ciclo de las apariciones del Resucitado en la octava de Pascua. A cual más bonita, cada una de las apariciones nos va presentando a Jesús, que ha vencido la muerte, y vive glorioso y gozoso junto al Padre, tirando de nosotros hacia esa nueva realidad en la que él vive para siempre. La resurrección de Jesús ha introducido una novedad en la historia de la humanidad, un factor de transformación desde dentro, que nos va divinizando por la acción del Espíritu Santo que brota del Corazón traspasado de Cristo.

La aparición a Tomás reviste características especiales, porque se trata de convertir a un incrédulo. Algo de incrédulos tenemos todos, por eso la aparición a Tomás nos dice algo especial a cada uno de nosotros también.

Jesús venía apareciéndose de distintas maneras a diferentes destinatarios, entre ellos al grupo de los Once, entre los que Tomás no se encontraba ese día. Se lo contaron sus compañeros: “Hemos visto al Señor resucitado”, y él respondió: “Si no lo veo, no lo creo”. Y a los ocho días, al domingo siguiente, Jesús vino al Cenáculo donde estaban todos, incluido Tomás. “Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo sino creyente”. Y Tomás contestó: “Señor mío y Dios mío”.

San Gregorio Magno comenta: “Aquel discípulo que había dudado, al palpar las heridas del cuerpo de su maestro, curó las heridas de nuestra incredulidad.

Más provechosa fue para nuestra fe la incredulidad de Tomás que la fe de los otros discípulos, ya que, al ser él inducido a creer por el hecho de haber palpado, nuestra mente, libre de toda duda, es confirmada en la fe.” (Homilía 26, oficio lectura del santo).

El costado del Señor fue abierto por la lanzada a las tres de la tarde del viernes santo (la hora de la misericordia), y una novena después, el segundo domingo de Pascua, Jesús le muestra a Tomás ese costado abierto como señal de su resurrección. El domingo de la Divina Misericordia es la ocasión para revalidar nuestra fe y afianzarla mucho más al palpar con Tomás ese costado herido por nuestros pecados y que conserva esa herida para mostrarla al que dude de su amor. Él fue traspasado por la lanza del soldado, fue traspasado por nuestros pecados, y reacciona amando a quienes le hemos crucificado. De su costado brota sangre y agua, como signos del bautismo y la eucaristía, con los que alimenta en nosotros la vida divina.

El Corazón de Cristo se muestra como una gran planta de reciclaje, una purificadora, en donde volcamos nuestros pecados, nuestros delitos. Y él nos devuelve purificado un amor más grande, un amor de misericordia que lava nuestras culpas y pecados. “Nadie tendrá disculpa / diciendo que cerrado / halló jamás el cielo, / si el cielo va buscando. / Pues vos, con tantas puertas / en pies, mano y costado, / estáis de puro abierto / casi descuartizado”, dice una preciosa poesía del viernes santo.

La Divina Misericordia no es sólo perdón por parte de Dios a nosotros pecadores, sino que cura nuestras heridas precisamente en las heridas que nosotros le hemos infligido. Sus heridas nos han curado, porque de ellas mana el Espíritu Santo a raudales para que nosotros los bebamos a sorbos y saciemos nuestra sed. El agua de la gracia es el Espíritu Santo, y esa agua sólo la encontramos en las llagas de Cristo, que se prolongan en nuestras heridas y en las heridas de nuestros hermanos. “De lo que era nuestra ruina has hecho nuestra salvación”, reza el prefacio III dominical TO. Encontraremos la salvación allí mismo donde se ha producido la herida, porque Cristo la transforma en fuente de Espíritu Santo para nosotros. Domingo de la Misericordia, acudamos con confianza a la fuente de la gracia.

Recibid mi afecto y mi bendición:

+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba

EDUCAMOS ENTRE TODOS

Ana Mª Roldán Roldán. Delegada Diocesana de Enseñanza

Alcanzar la sabiduría: Enseñar el arte de vivir

EL ARTE DE LA ALEGRÍA

Estamos estrenando la Pascua de Resurrección y nos disponemos a celebrar el Domingo de la Misericordia, ¿qué mejor fecha para hablar de la alegría? La alegría es un fruto de la paz. Esa paz interior que nos trae como regalo Cristo resucitado, esa que nada ni nadie nos puede quitar, porque sabemos que estamos en buenas manos  y que su amor no nos deja.

“Es más fácil que pase por sabio el taciturno que el hombre alegre… Existe, de hecho, un error muy común que lleva a considerar la jovialidad como una característica espontánea del carácter que nada le debe a la madurez. Cuando en realidad experimentamos justo lo contrario, ya que el pesimismo es, muy a menudo, la respuesta más fácil a la presión del tiempo”.

“Se habla poco de la alegría, y entre las cosas que asumimos como un deber, como una tarea cotidiana, raramente está la alegría”. Quizás pensemos que la alegría se debe a que las cosas nos vayan siempre bien, a que las circunstancias nos sean favorables, a que la suerte nos acompañe. Y, por eso, pensamos que es algo pasajero, marginal.

“La alegría no se reduce a una forma de bienestar o a un consuelo emocional, aunque se puede traducir también de ese modo. La alegría, fundamentalmente, es una expresión profunda del ser: en bondad, en verdad, en belleza. Constituye una expansión personalísima de sí mismo”. Podemos decir que la alegría también se aprende, que es un signo de madurez y que acompaña a la virtud. Pertenece a los que no han perdido la capacidad de asombrarse y de gozarse cuando contemplan la vida y se detienen ante la realidad.

“Un rasgo que caracteriza la alegría es el hecho de que no nos pertenece. Simplemente irrumpe y nos atraviesa cuando aceptamos construir la existencia como práctica de hospitalidad. Si insonorizamos nuestro espacio vital, si impermeabilizamos nuestra atención, la alegría no nos visita”.

“Para acceder a la alegría, la vida tiene que hacerse porosa. Aun cuando el precio incluya el dolor. Con frecuencia el sufrimiento debe excavar primero en nosotros la profundidad que después vendrá a llenar la alegría”.

Abramos el corazón al gozo de la Pascua, que está fundamentado en la verdadera esperanza, y esforcémonos por mantener viva la alegría. Es una riqueza que más crece cuanto más se reparte.

Tomado de José Tolentino Mendonça

“Pequeña Teología de la lentitud” (Fragmenta Editorial)

Un año para redescubrir el valor de la familia

TEMA DE LA SEMANA

El 19 de marzo de 2021, quinto aniversario de la publicación de la Exhortación Apostólica “Amoris Laetitia” sobre la belleza y la alegría del amor familiar, el Papa Francisco ha inaugurado el “​Año Familia Amoris Laetitia”​, que concluirá el 26 de junio de 2022 en el décimo Encuentro Mundial de las Familias en Roma.

“La experiencia de la pandemia –se lee en el comunicado del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida– ha puesto de relieve el papel central de la familia como Iglesia doméstica y ha subrayado la importancia de los vínculos entre las familias”.

A través de las diversas iniciativas de carácter espiritual, pastoral y cultural previstas en el “Año Familia Amoris Laetitia”, el Papa Francisco se dirige a todas las comunidades eclesiales del mundo, exhortando a cada persona a ser testigo del amor familiar.

“A imitación de la Sagrada Familia -decía el Santo Padre-, estamos llamados a redescubrir el valor educativo del núcleo familiar, que debe fundamentarse en el amor que siempre regenera las relaciones abriendo horizontes de esperanza. En la familia se podrá experimentar una comunión sincera cuando sea una casa de oración, cuando los afectos sean serios, profundos, puros, cuando el perdón prevalezca sobre las discordias, cuando la dureza cotidiana del vivir sea suavizada por la ternura mutua y por la serena adhesión a la voluntad de Dios”.

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VIVIR LA LITURGIA

La sagrada Comunión en la Misa

JAVIER SÁNCHEZ MARTÍNEZ
Miembro de la Delegación diocesana de Liturgia

La mayor participación posible en la celebración eucarística es poder comulgar santamente el Cuerpo y la Sangre de Cristo.

El culmen de toda participación plena, consciente, activa, interior, fructuosa, piadosa, es la recepción sacramental del Cuerpo y la Sangre del Señor. Esa es la doctrina de la Iglesia: “Se recomienda especialmente la participación más perfecta en la misa, recibiendo los fieles, después de la comunión del sacerdote, del mismo sacrificio, el cuerpo del Señor” (SC 55).

Toda la celebración eucarística tiende a que los fieles, debidamente dispuestos en su alma, tomen parte del sacrificio de Cristo recibiendo su Cuerpo y su Sangre.

Para ello, se ha de comulgar estando en gracia, es decir, con conciencia clara de no estar en pecado, con un previo examen de conciencia. “Cristo quiere habitar en nosotros. Por eso, debemos hacer todo lo posible para recibirlo con un corazón puro, recuperando sin cesar, mediante el sacramento del perdón, la pureza que el pecado mancilló…

De hecho, el pecado, sobre todo el pecado grave, se opone a la acción de la gracia eucarística en nosotros” (Benedicto XVI, Hom., 22-junio-2008).

“La Eucaristía no es sólo un banquete entre amigos. Es misterio de alianza” (Ibíd.): ni símbolo, ni comida de amigos, ni fiesta humana muy alegre. Lo que recibimos en la comunión es al mismo Cristo, a quien adoramos, y que quiere santificarnos, transformándonos en Él.

Esta participación de los fieles en la Eucaristía requiere un acto de fe, esperanza y caridad; implica conciencia clara y devoción; supone y expresa la adoración a Cristo realmente presente. Por eso no es indiferente el modo de comulgar respetuoso y adorante y la forma misma, por parte de los ministros, de distribuir la sagrada comunión, evitando las prisas, propiciando que cada fiel vea la Hostia cuando se le muestra, pueda responder “Amén” consciente de hacer una profesión de fe, y comulgue orando y con cuidado de que no caigan partículas.

En la medida de lo posible, se visibiliza la participación en ese mismo Sacrificio de Cristo si los fieles pueden comulgar con el Pan consagrado en esa Misa: “reciban el Cuerpo del Señor de las hostias consagradas en esa misma Misa, y en los casos previstos (cfr. n. 283), participen del cáliz, para que aún por los signos aparezca mejor que la Comunión es una participación en el sacrificio que entonces mismo se está celebrando” (IGMR 85).

¿Sabías que...

si en una iglesia antigua hay varios altares, sólo debe adornarse y prepararse uno?

La Ordenación General del Misal Romano, en su número 303, dice que en las nuevas iglesias construidas debe erigirse un único altar y en las iglesias donde hay muchos altares, los antiguos no deben estar adornados: «Cuando se construya una iglesia nueva, conviene erigir un único altar (…) Para que la atención de los fieles no se aparte del altar nuevo, el antiguo no recibirá un especial ornato”.

LIBRERÍA DIOCESANA

La Naprotecnología y más allá

Venancio Carrión Armero
Ediciones Carena • Colección Acidalia

De una manera amena y con testimonios de matrimonios que han vivido situaciones de infertilidad o esterilidad, en este libro se descubre un modo distinto de afrontar estas situaciones que afectan al 17% de la población en edad fértil.

El libro nos lleva a reflexionar sobre cómo se está afrontando la salud femenina en nuestra sociedad. Las causas idiopáticas están muy extendidas y por no llegar a diagnósticos, se llega tarde a reparar la salud y facilitar la fertilidad de muchas parejas. Se dirige de manera directa a las mujeres, pero también a los matrimonios en situaciones de esterilidad o infertilidad, con el objeto de ayudar en la maternidad futura sin necesidad de pasar tiempo sin diagnóstico con el único trabajo de no «obsesionarse con el tema» y con un diagnóstico de «causa idiopática».

Se trata del primer libro sobre Naprotecnología en España, que cuenta con la experiencia de los primeros matrimonios y con un estudio sobre los primeros «embarazos Napro» en España, gracias a las consultas de la Dra. María Victoria Mena y la Dra. Helena Marcos.

El libro está disponible en la Librería Diocesana. Puede realizar su pedido a través del correo electrónico libreria@diocesisdecordoba.es o a través de WhatsApp 655 156 557.

AL TRASLUZ

ANTONIO GIL. Sacerdote

Cuatro “encuentros” con Jesús resucitado

Tiempo de Pascua, tiempo de “encuentros” con Jesus resucitado. Tres hermosos compases nos dibujan esplendorosamente la “Resurrección”: Primero, la “resurrección” es “encuentro” con Jesús. El propio Jesús sale al encuentro de las piadosas mujeres, de María Magdalena, de sus apóstoles, de los dos de Emaús, de Tomás… Y sale también a nuestro “encuentro”. En nuestras manos está abrirle de par en par las puertas de nuestra vida.

Segundo compás: la “resurrección es empezar de nuevo”. La invitación de Jesús para “Ir a Galilea” significa, ante todo, empezar de nuevo. Para los discípulos fue regresar al lugar donde el Señor los buscó por primera vez y los llamó a seguirlo. Es el lugar del primer encuentro y del primer amor. Siempre es posible “volver a empezar”.

Tercer compás: la “resurrección” es “cambiar de vida”. Incluso de los escombros de nuestro corazón, Dios puede construir una obra de arte; aún de los restos arruinados de nuestra humanidad, Dios prepara una nueva historia.

En este tiempo de Pascua, vivamos especialmente cuatro “encuentros” con Jesús resucitado, les decía en la homilía a mis religiosas jerónimas, del Convento de Santa Marta: El “encuentro” con Jesús, en el Sagrario, acompañándolo; el “encuentro” con Jesús, en la Santa Misa, después de comulgar, uniéndonos a Él, como decía san Pablo, “mi vivir es Cristo”; el encuentro con Jesús en nuestro corazón, conversando a solas con Él; y el “encuentro” con Jesús, en la comunidad, “sirviéndole” en las hermanas y hermanos. ¡Qué “encuentros” más hermosos para vivir la “Resurrección”!

DIEZ AÑOS DE MISIÓN EN PICOTA

LOURDES MUÑOZ

«Me enseñaron la fe, la necesidad de buscar a Dios»

La lucentina Lourdes Muñoz participó en la misión y reconoce que lo único que hizo fue “recibir” más que dar

¿Cómo surgió la idea de realizar un tiempo de voluntariado en Picota?

Porque Dios quiso. Tuve el gran regalo de verme envuelta en los preparativos de la JMJ 2011. En Lucena, de donde soy, se formó un grupo  interparroquial de jóvenes en el que era la única madre que había, por lo que me adoptaron como madre y yo a todos ellos como verdaderos hijos.

Dos de “mis niños” de esa aventura son Trini y Miguel, quienes al año siguiente me contaron con mucho entusiasmo que la Diócesis preparaba una misión en Picota, y que iban a participar en ella. Una vez despertado el espíritu misionero no hay quien lo detenga, ese entusiasmo hizo que yo quisiera formar parte con ellos de esa experiencia. El hombre propone y Dios dispone. Ese año no pudo ser porque Dios quiso, sin duda alguna, que fuese al año siguiente, con personas a las que no conocía, que se convirtieron en mi familia

¿Qué recuerdas de aquella experiencia misionera?

Que Jesús en el Sagrario es el motor de la misión y de la vida. Desde la primera vez que pisé la Delegación de Misiones para las charlas de formación misionera, me enamoré de ese Sagrario, tan íntimo y tan significativo, está en un habitáculo pequeño pero que contiene el mundo entero.

En la casa de Picota la misión comenzaba cada día en el Sagrario de la capilla, así nada podía fallar porque nos poníamos en las mejores manos. Al regresar cada tarde, a pesar del cansancio, era imposible irse a dormir sin estar un ratito con el Señor para darle las gracias de todo lo vivido. Recuerdo cuando nos estábamos preparando para la misión, el miedo que tenía de no estar a la altura, porque el encargo de representar a Dios y a la Iglesia, me quedaba bastante grande. Mi experiencia hasta ese momento había sido dar catequesis a niños de primera comunión. Pero al llegar allí todos los esquemas que pudiese haber hecho se pusieron del revés, pensaba que iba a llevar algo y desde primera hora lo que hice fue RECIBIR.

¿Qué te enseñó la gente que te encontraste allí?

Me enseñaron la FE, la necesidad de buscar a Dios, a ser agradecida de todo lo que me regala cada día. Me encontré con personas que a pesar de tener muchas carencias materiales, sanitarias e incluso de alimento, son felices, dan testimonio con sus vidas del amor de Dios, ayudan a los demás y comparten lo que tienen contigo.

Algo que me llamó poderosamente la atención, es su forma natural de ver la muerte. Aquí no tenemos costumbre de que los menores vayan a un entierro y mucho menos al tanatorio. Allí con el difunto de cuerpo presente en su casa, los menores con toda normalidad entran y salen, se paran a su lado, algunos lo fotografían y lo acompañan al entierro con una banda de música.

¿Cómo cambió tu vida al volver a tu vida cotidiana?

No fue necesario llegar a mi vida cotidiana. Antes de tomar el avión de regreso a Madrid estuvimos dos días en Lima y nos sentíamos fuera de lugar, teníamos la sensación de haber dejado tanto por hacer que nos sentíamos mal al tener tiempo libre. Era algo muy frustrante.

Al llegar a casa, todo era contar y contar lo vivido. También dimos testimonio de la experiencia en algunas ocasiones. Pero es tan difícil hacer comprender a alguien lo que le cuentas sin vivirlo. Porque tenemos la suerte de no carecer de nada, y al no carecer de nada tampoco le damos importancia a muchas cosas que la tienen.

¿Mantienes todavía vinculación con la misión diocesana?

Me tienen a su disposición para lo que necesiten. Estuve a punto de participar en la misión de 2014, pero no fue así, aunque recibí la mejor parte, las charlas de formación de don Antonio Evans y conocer y compartir experiencias con sus participantes. Después he tenido la suerte de poder acompañar en su formación a dos personas de Lucena, Ana que ha participado en dos misiones, 2014 y 2017, año este último en el que también participó Gabriel.

Aprovechando la oportunidad les envió un saludo a todos y cada uno, sin olvidar a los sacerdotes que nos acompañaron en la misión y a los componentes de la delegación. Animo a todo el mundo a rezar por las misiones.