Skip to main content
NÚMERO 731 • 28 DE FEBRERO DE 2021

iNAUGURACIÓN DEL AÑO JUDICIAL EN LA DIÓCESIS

Justicia, equidad y salvación de las almas

ENTREVISTA A SONIA GARRIDO ESCUÍN | EL AMANECER DE UNA CONVERSIÓN

APUNTES

Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado visitan al Obispo

El obispo de Córdoba, monseñor Demetrio Fernández, recibió el pasado lunes la visita de varios representantes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en el Palacio Episcopal.

95º ANIVERSARIO DE DON FRANCISCO VIGARA FERNÁNDEZ

La comunidad parroquial de San Mateo Apóstol de Villanueva del Duque celebró el pasado jueves la misa junto al sacerdote Francisco Vigara, párroco emérito y Rector del Santuario de la Ermita de la Santísima Virgen de Guía, para celebrar su 95 cumpleaños.

Ejercicios Espirituales para los seminaristas menores

Los seminaristas del Seminario Menor han realizado dos tandas de ejercicios espirituales. Los más pequeños en la Casa de Espiritualidad de San Antonio, mientras que los mayores los han hecho en San Calixto. Antonio Gálvez, director espiritual del Seminario Menor, ha sido el encargado de dirigirlos.

VOZ DEL PASTOR

Mi Hijo Amado, escuchadle

QUERIDOS HERMANOS Y HERMANAS:

El segundo domingo de cuaresma es el domingo de la transfiguración del Señor. “Se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta y se transfiguró delante de ellos”. Es una escena evangélica muy atrayente, yo diría incluso fascinante. Se presenta Jesús con Elías y Moisés y deja traslucir en su rostro y en sus vestidos el fulgor de su divinidad. Se trata de una teofanía, esto es, de una manifestación de la divinidad en la carne humana de Cristo.

La reacción de los apóstoles fue de asombro superlativo, quedaron encandilados al verle, se sentían atraídos como se sintió Moisés ante la zarza ardiente en el monte Sinaí. Y Pedro exclamó: “¡Qué bien se está aquí!”. Cuando Dios se revela, cuando Dios se comunica, el corazón humano experimenta una gran paz, como una gran plenitud. El corazón humano está hecho para Dios y cuando Dios se le revela, experimenta un gozo que supera todo otro deleite. Eso será el cielo, del que Dios nos da sus anticipos en la tierra. Es la consolación espiritual, que tantas veces nos visita y nos da fuerzas para afrontar las dificultades que vinieren.

Este Jesús de los evangelios aparece en esta escena como prolongación del bautismo en el Jordán, donde la teofanía fue parecida a esta del Tabor. También allí se oía la voz del Padre, envolviendo a Jesús con el Espíritu Santo y presentándolo con las mismas palabras:

“Este es mi Hijo amado, escuchadlo”. En la liturgia católica celebramos el misterio de la transfiguración el 6 de agosto, la fiesta del Salvador. Pero el segundo domingo de cuaresma se repite la escena con un sentido pedagógico cuaresmal.

Camino de la Pascua, la transfiguración viene a mostrarnos la meta, para que se nos haga llevadero el camino. A dónde nos dirigimos cuando hemos empezado el camino de la ascesis cuaresmal, en la que tan pronto nos cansamos. Teniendo en el horizonte la meta, la dureza del camino no nos eche para atrás. Es lo que hizo Jesús con sus tres apóstoles. Después de haberles anunciado su muerte en la Cruz, subió a la montaña alta y allí les mostró el resplandor de su luz para testimoniar de acuerdo con la ley y  los profetas que por la pasión se llega a la gloria de la resurrección, como dice el prefacio de este domingo.

Estamos llamados a esa transfiguración, nuestra vida irá cambiando por la acción del Espíritu Santo hasta convertirnos en una criatura nueva, hasta hacernos parecidos a Jesús. En eso consistirá la resurrección, que nos transformará incluso en nuestro cuerpo. Santa Teresa de Jesús para explicar esta transfiguración del alma, habla de cómo el gusano de seda se enclaustra en su capullo y esa crisálida deviene mariposa (V Moradas, 2). Pues algo así. En la medida que entramos en el fuego del Espíritu Santo, éste nos va transformando y no hay dureza que se le resista, como el herrero en la fragua va forjando el hierro con el fuego.

El mensaje de este domingo es muy alentador. Cuando nos miramos a nosotros mismos, a poco que nos conozcamos, nos damos cuenta de nuestras carencias, de nuestra pobreza. Con estos mimbres parece imposible hacer un cesto. Pero cuando miramos a Jesucristo, cuando lo contemplamos hoy transfigurado, él nos trasmite el mensaje de que es posible el cambio, es posible la metamorfosis de nuestra vida, es posible la santidad. Más aún, él viene a decirnos que esa es nuestra meta, que ahí quiere llevarnos él de su mano. La transfiguración del Señor encandila nuestros sentidos y por la fuerza de su atracción salimos de nuestros esquemas y de nuestras estrecheces y se nos abre un horizonte amplio, lleno de luz y de libertad.

Eso es la cuaresma, todo un entrenamiento en la vida cristiana, fascinados por Cristo resucitado, atraídos por la fuerza de su Cruz, con la esperanza de que en nosotros se produzca un cambio, una metamorfosis, una transfiguración como la que aparece en el monte Tabor. Hemos nacido para ser divinizados.

Recibid mi afecto y mi bendición:

+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba

EDUCAMOS ENTRE TODOS

Ana Mª Roldán Roldán. Delegada Diocesana de Enseñanza

ALCANZAR LA SABIDURÍA: ENSEÑAR EL ARTE DE VIVIR

El arte de la lentitud

Quizás lo más urgente es empezar por aquí: “tal vez necesitamos recuperar ese arte tan humano de la lentitud”. ¿A qué nos queremos referir?

Si miramos a nuestro alrededor, si nos miramos a nosotros mismos, nos daremos cuenta de que todos nos hemos dejado contagiar del ritmo trepidante y en aceleración continua que invade la cultura globalizante actual. Es lo que el papa Francisco cataloga en la Encíclica Laudato Si‘ como “rapidación” (N. 18) y que lo fagocita todo. “A causa de esto, el ritmo de las actividades se ha tornado despiadadamente inhumano”.

Podemos hacernos un pequeño test: ¿La jornada laboral ha invadido mi vida privada? ¿La exigencia de estar conectado y disponible continuamente en las redes sociales, me ha robado la intimidad? ¿Nos sentimos agobiados,  avasallados por la agenda y por jornadas sucesivas que nos hacen sentir que amanecemos con retraso?…

¿Es posible salir de este bucle? ¡Claro que sí! Solo tenemos que prestar atención y tener una determinada determinación para:

SABER PARAR. “Deberíamos reflexionar sobre lo que vamos perdiendo, sobre lo que se queda atrás,… cuando permitimos que la prisa nos condicione”. Esa prisa malsana que:

  • Mata el amor, porque nos impide la entrega desinteresada y gratuita, nos hace incapaces de acoger y  de abandonarnos confiadamente. Desordena nuestras relaciones, malogra nuestra vocación al amor.
  • Nos condena al olvido, porque nos hace unos desmemoriados al pasar tan superficialmente por todo lo que leemos y vivimos. “Pasamos por las cosas sin habitarlas, hablamos con los demás sin escucharlos, acumulamos información que no llegamos a profundizar”.
  • Nos impide disfrutar de la vida, porque nos saca continuamente del momento presente, no nos deja centrarnos en “el aquí y ahora” donde se fragua realmente nuestra vida y en el que recibimos la gracia actual de Dios que nos ilumina y fortalece. “la velocidad en la que vivimos nos impide vivir”. Es necesario “rescatar nuestra relación con el tiempo”.

SABER ESPERAR. “Precisamos de una lentitud que nos proteja de las precipitaciones mecánicas, de los gestos ciegamente compulsivos, de las palabras repetidas y banales”. Cada proceso en la vida tiene su tiempo, cada persona tiene su tiempo, Dios tienen su tiempo. Es necesario respetar esos tiempos.

Tomado de José Tolentino Mendonça

“Pequeña Teología de la lentitud” (Fragmenta Editorial)

Inaugurado un nuevo Año Judicial en la Diócesis

El Obispo, el Vicario judicial y el Vicario general fueron los encargados de la sesión inaugural

Seguir leyendo

VIVIR LA LITURGIA

Procesionar –caminar- en la liturgia

JAVIER SÁNCHEZ MARTÍNEZ
Miembro de la Delegación diocesana de Liturgia

La liturgia es también movimiento, y por tanto, dentro de ella, la procesión. Siempre somos un pueblo en marcha, peregrino, hacia Dios: “La Iglesia «va peregrinando entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios» anunciando la cruz del Señor hasta que venga” (LG 8).

En procesión caminan los ministros al altar, precedidos por el incensario, la cruz y los cirios y el Evangeliario, señalando la meta: el altar, el encuentro con Dios, la dimensión peregrina de la Iglesia. Igual procesión –siempre que se pueda- es la que todos realizan al inicio de la Vigilia pascual, entrando en el templo por el pasillo central, ya con las velas encendidas en las manos, precedidos del cirio pascual, como columna de fuego que guía en la noche.

Procesión llena de solemnidad es aquella en que mientras se canta el Aleluya, el diácono porta el Evangeliario hasta el ambón acompañado de cirios e incienso, disponiendo así a todos a escuchar al Señor mismo por su Evangelio.

Con cierto orden, no hay por qué temer el movimiento en la liturgia por el valor simbólico que tiene.

A los fieles les compete más directamente, en primer lugar, la procesión de ofrendas. Al altar se lleva el pan y el vino, aportando cuantas patenas, cálices y vino y agua sean necesarios. Esa ofrenda del pan y del vino  concentra toda la creación y a todos los oferentes (cf. Benedicto XVI, Sacramentum caritatis, n. 47); además, se pueden aportar dones reales para la iglesia o los pobres; son llevados en procesión, uno tras otro, mientras se entona un canto o suena el órgano. Es una noble sencillez, una procesión solemne.

Hay otra procesión, tradicional, en la que participan todos los fieles, es la procesión de la comunión, caminando ordenadamente, con recogimiento.

Ya san Juan Crisóstomo tenía que amonestar a sus fieles para que fuesen ordenadamente en procesión, sin atropellarse. Decía:

“Cuando vosotros os acercáis a la sagrada mesa, no guardáis el respeto debido…: golpeáis con los pies, os impacientáis, gritáis, os injuriáis el uno al otro, empujáis a vuestros vecinos; en suma, armáis un gran desorden… En el circo, bajo el mandato del heraldo, está en vigor una disciplina mucho mayor. Si, por tanto, se observa un orden en medio de las pompas del demonio, cuánto más debiera existir junto a Cristo” (Hom. in bapt. Chr., 4 (PG 49,370)).

Con idéntico recogimiento, vuelve cada cual a su lugar después de comulgar.

¿Sabías que...

lo más importante para cantar son los diálogos entre el sacerdote y los fieles?

A la hora de seleccionar qué cantar, “se comenzará por aquellas que por su naturaleza son de mayor importancia; en primer lugar, por aquellas que deben cantar el sacerdote o los ministros con respuestas del pueblo; o el sacerdote junto con el pueblo; se añadirán después, poco a poco, las que son propias sólo del pueblo o sólo del grupo de cantores” (Inst. Musicam sacram, n. 7).

LIBRERÍA DIOCESANA

No temas recibir a María, tu esposa

Henri Caffarel
Ediciones Rialp • Colección Patmos

Cuando se habla de María y José se les considera, bien separadamente, bien desde el conjunto de la Sagrada Familia, pero pocas veces se habla de que ellos constituían un verdadero matrimonio. Este libro habla de este tema junto a otros con planteamientos nuevos y de un modo audaz y claro.

Se abre el libro con una larga crónica acerca del matrimonio de la Virgen María y de San José, describiendo con cierta minucia los momentos principales de ese capítulo clave de la historia de la salvación: la anunciación, los esponsales, la Visitación, Belén, los pastores, la presentación, los Magos, etc. Sigue un estudio sobre dicho matrimonio, que no es «un piadoso simulacro sino un matrimonio verdadero de dos seres que se aman como jamás se amó pareja alguna». Hay una tercera parte en que se proyecta sobre el matrimonio cristiano la luz que se desprende del hogar de Nazaret. Termina la obra con una antología de textos de la tradición católica sobre el matrimonio de José y María, que incluye un texto de Juan Pablo II

Henri Caffarel, sacerdote desde 1930, es el autor del mismo.

El libro está disponible en la Librería Diocesana. Puede realizar su pedido a través del correo electrónico libreria@diocesisdecordoba.es o a través de WhatsApp 655 156 557.

AL TRASLUZ

ANTONIO GIL. Sacerdote

LA HOAC: “El evangelio a los obreros”

La HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica) celebra en Córdoba, el 75 aniversario de su creación este fin de semana, concretamente el 26 de febrero, con una Eucaristía, presidida por el obispo de la Diócesis, monseñor Demetrio Fernández, a las 8 de la tarde, en la parroquia del Salvador y Santo Domingo de Silos (Iglesia de la Compañía). Nos remontamos al mes de noviembre del año 1946, cuando el papa Pio XII, en plena posguerra española, consciente de que los obreros habían abandonado masivamente la Iglesia, y con la intuición de que los obreros son los únicos que podían llevar el Evangelio a los obreros, pidió al cardenal Plá y Deniel, entonces Primado de España, y a los obispos españoles, la fundación de la Hoac, como movimiento especializado para los obreros adultos, en el marco de la Acción Católica. Esta responsabilidad fue encargada a Guillermo Rovirosa, cuyo proceso de canonización se encuentra en marcha, acompañándole en la tarea el sacerdote Tomás Malagón. Ambos empeñaron sus vidas, su entrega generosa y su dedicación plena, con el fin de lograr “un encuentro y un abrazo” entre la Iglesia y el mundo obrero. En el transcurso de los años, han sido muchos los militantes que han entregado sus vidas para defender la grandeza y la dignidad de ser obrero, para lograr una mayor justicia social, y para presentar a Cristo como “propuesta de liberación”, en contacto con una Iglesia cercana, sensible a los problemas del mundo obrero.

En palabras de los militantes de la Hoac, en Córdoba, “nosotros queremos ser expresión de la Iglesia en los sectores más débiles, empobrecidos y precarizados del trabajo. Estamos empeñados en anunciar el Evangelio liberador de Jesús, en los lugares donde se encuentra la gente que no tiene otros medios para subsistir que vender su fuerza de trabajo”. El papa Francisco refrenda este hermoso mensaje, con sus palabras claras y tajantes: “¡Necesitamos personas e instituciones que defiendan la dignidad de los trabajadores, la dignidad del trabajo de todos, y el bienestar de la tierra, nuestra casa común!”. Guillermo Rovirosa trazó el camino: “La fe no es ajena a la vida, sino que entra como una tromba en ella para enriquecerla, transformarla y construirla”. Nuestra felicitación entrañable para la HOAC.

DIEZ AÑOS DE MISIÓN EN PICOTA

FERNANDO SUÁREZ

¡Suceden tantas cosas cuando se abre el corazón a Dios!

El diácono Fernando Suárez reconoce que esta experiencia le ayudó en su discernimiento vocacional

¿Cómo surgió la idea de realizar un tiempo de voluntariado en Picota?

El Seminario programa cada dos años una experiencia de Misión en esta parroquia de Picota, encomendada a nuestra Diócesis, y justo hace tres años puede participar con un grupo de seminaristas y el Rector del Seminario. La propuesta parte del mismo Seminario y del plan de formación, ya que nos preparamos para ser sacerdotes al servicio de la Iglesia particular y universal, de forma que podamos descubrir la importancia de vivir en comunión con toda la Iglesia y asomarnos, aunque sea brevemente, a la misión “ad gentes” que realiza. Aunque desde hacía años tenía interés en participar en una experiencia misionera, fue entonces cuando, después de proponernos a toda la comunidad la posibilidad de participar, entendí que Dios me estaba llamando, por mi nombre, para seguirle de cerca.

¿Qué recuerdas de aquella experiencia misionera?

Todo lo que vivimos en la misión fue una sucesión de acontecimientos de gracia. Cada día acudíamos a dos o tres comunidades dispersadas por la compleja orografía que tiene asignada la Parroquia para celebrar la Eucaristía y rezar con ellos, celebrar los Sacramentos, visitar a los enfermos y jugar con los niños y jóvenes. Recuerdo un día que acudimos a la selva alta a celebrar la primera Eucaristía en una joven comunidad, Nueva Esperanza, caminando desde la población más cercana (La Unión) debido al mal estado de los caminos. Al llegar, el recibimiento al Sacerdote y a nosotros, los misioneros, se había convertido en el acontecimiento más importante del pueblito: Jesús se iba a hacer presente en sus casas. Es la acogida de Dios, mirándonos desde la Eucaristía, lo que más me impresionó ver en sus rostros. ¡Suceden tantas cosas cuando se abre el corazón al asombro de Dios!

Otro recuerdo importante fue el testimonio de los misioneros, nuestros sacerdotes, Francisco Delgado y Francisco Granados, que durante esos días nos adentraron hasta los lugares más recónditos de la misión, nos acercaron a las diferentes comunidades y compartieron con nosotros, los seminaristas, en una experiencia de fraternidad que difícilmente podremos olvidar.

¿Qué te enseñó la gente que te encontraste allí?

Lo más importante para ellos: la fe en Dios y en su misericordia, a pesar de las dificultades. Recuerdo que, el mismo día que fuimos caminando a Nueva Esperanza pasamos por una pequeña choza en mitad de la selva, de las más humildes que nos encontramos, y allí vivía sola una mujer muy anciana. Después de recibir la Unción de enfermos nos dijo: “Yo pertenezco al Apostolado de la oración”. Todos nos quedamos impresionados, porque éramos conscientes de lo que esto significaba: Que la oración de esta mujer colaboraba con Dios en la obra de la Redención. No sólo le importaba su salvación personal, sino que, de una forma sencilla, se estaba ofreciendo para que realizase el Reinado de Cristo en la tierra.

También me di cuenta del valor de la fe en Jesucristo y su Iglesia para estructurar la cultura, la sociedad y la familia. Sin duda las familias católicas, aquellas que vivían de forma activa su fe, encuentran fundamentos fuertes para sostener su familia, basándose en la oración, el diálogo y el perdón, y formando un escudo frente a las fuertes amenazas a las que se ven conducidas muchas personas allí. Son verdaderamente felices. Nos decía Wilmer, un animador, casado y padre de cinco hijos: “Nuestra familia es como ustedes la ven, sencilla, humilde, pobre, pero considero que, en espíritu, estamos ricos”.

Por eso no puedo olvidar al resto de misioneros, laicos, animadores, familias misioneras, las Hermanas Obreras, las Salesianas y tantos llamados por a seguir los pasos del Señor y que nos dieron un testimonio muy grande de entrega.

Toda esta experiencia, casi a vista de pájaro, ayuda al discernimiento vocacional como futuros “pastores misioneros” al servicio de la Iglesia.

¿Cómo cambió tu vida al volver a tu vida cotidiana?

Con un deseo grande de crecer como cristiano, de profundizar en mi bautismo. Ser consagrados de Dios, vivir para Él, para agradarle a Él y servirle, ha de realizarse en “estado de misión” como discípulos misioneros, con el convencimiento de que Jesús quiere llegar a todos los corazones, y especialmente a los más desfavorecidos de la sociedad. “Contigo y como Tú”.