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NÚMERO 714 • 1 DE NOVIEMBRE DE 2020

Jóvenes de hoy,
¿Llamados a ser santos?

COMIENZAN EN LAS PARROQUIAS LAS CATEQUESIS MARCADAS POR LA COVID-19

APUNTES

San Juan de Dios recibe la Medalla de la Ciudad de Córdoba

El Hospital ha recibido la Medalla de la Ciudad de Córdoba por “los valores de solidaridad y trabajo en beneficio de los ciudadanos” que ha demostrado en los 85 años de historia del centro en Córdoba.

Nuestra Señora de Belén regresa a su santuario

La patrona de Palma del Río ya se encuentra de vuelta en su camarín tras la celebración de su novena en el mes de octubre.

Nuevo Círculo del Silencio

La Mesa Diocesana de Migraciones organizó un nuevo Círculo del Silencio en
solidaridad con las distintas realidades migrantes junto a la parroquia de San Nicolás.

VOZ DEL PASTOR

La vida en clave de santidad

QUERIDOS HERMANOS Y HERMANAS:

Vivimos a diario sumergidos en las tareas cotidianas, y nos hace bien levantar la mirada para otear el horizonte, saber a dónde vamos. En estos días, la liturgia de la Iglesia nos invita a mirar al cielo y contemplar la inmensa multitud de hermanos nuestros que han alcanzado la meta más importante de la vida, que han llegado a la santidad. Porque, como nos recuerda el Papa Francisco, citando a León Bloy: “en la vida existe una sola tristeza, la de no ser santos”. Y esa santidad se fragua a lo largo de esta etapa terrena, con la mirada puesta en el cielo. Vale la pena plantear la vida en clave de santidad.

El 1 de noviembre celebramos la fiesta solemne de Todos los Santos. Para recordar a todos los que nos han precedido en la fe y están gozando de Dios para siempre. Muchos de ellos están reconocidos oficialmente como santos por la Iglesia. Después de un largo proceso, al que han acompañado milagros reconocidos, la Iglesia nos propone su ejemplo y su intercesión. Son nuestros hermanos mayores y constituyen un catálogo interminable.

Pero junto a esos canonizados hay muchísimos más santos, cuyo proceso no se ha realizado ni se realizará, y que son santos porque han vivido como Dios manda, dejando tras de sí una estela de bondad en las personas que los han conocido. Los padres que crían con tanto amor a sus hijos, esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, los enfermos, las religiosas ancianas que siguen sonriendo. Esta es la Iglesia militante, es “la santidad de la puerta de al lado”, la “clase media de la santidad”, en palabras del Papa Francisco (Gaudete et exultate, 7).

Convivimos entre santos y sólo por el camino de la santidad construimos un mundo nuevo. La carta magna que inspira nuestro camino de santidad la establece Jesucristo en las Bienaventuranzas evangélicas. Es el Evangelio de este domingo y el Papa Francisco las comenta en la carta mencionada, señalando además el “gran protocolo” de la santidad: “lo que hicisteis a uno de estos mis humildes hermanos, a mí me lo hicisteis” (Mt 25, 40).

“La defensa del inocente que no ha nacido debe ser clara, firme y apasionada, porque allí está en juego la dignidad de la persona humana, siempre sagrada, y lo exige el amor a cada persona. Pero igualmente sagrada es la vida de los pobres que ya han nacido, que se debaten en la miseria, el abandono, la postergación, la trata de personas, la eutanasia encubierta en los enfermos y ancianos privados de atención, las nuevas formas de esclavitud, y en toda forma de descarte” (Papa Francisco, Gaudete et exultate 101).

Además de los medios de santificación que conocemos, la oración, los sacramentos, y especialmente la Eucaristía y la Penitencia, la ofrenda de sacrificios, la dirección espiritual, etc., el Papa señala para nuestros días cinco actitudes apremiantes: 1) el aguante, la paciencia y mansedumbre, que nos lleven a vencer el mal a fuerza de bien, y a evitar todo tipo de violencia. Y aquí viene el ejercicio permanente de humildad, que recibe las humillaciones como alimento. 2) la alegría y el sentido del humor. El mal humor nunca es signo de santidad.

Ser cristiano es gozo en el Espíritu. El consumismo solo empacha el corazón, puede brindar placeres ocasionales y pasajeros, pero no gozo. 3) audacia y fervor, empuje, entusiasmo, parresía. ¡Ay de mí si no anuncio el evangelio!, decía san Pablo (1Co 9,16). Sufrimos a veces la tentación de Jonás, huir a un lugar seguro. Los santos sorprenden, desinstalan, porque sus vidas nos invitan a salir de la mediocridad tranquila y anestesiante. 4) en comunidad, no solitarios ni aislados como francotiradores. El señor los envió de dos en dos. 5) en oración constante. No hay santidad sin oración, sin ratos especiales dedicados al trato con Dios, a la lectura orante de la Palabra, a preparar y recibir los sacramentos.

Os invito a leer despacio esta carta del Papa Francisco, que es un estímulo para la santidad. Esa santidad que hemos de ejercitar en la vida cotidiana y que crece y se alimenta de los medios conocidos.

Fiesta de Todos los Santos. Miremos al cielo y sintamos el estímulo de tantos hermanos que nos han precedido y que tiran de nosotros hacia la patria celestial.

Recibid mi afecto y mi bendición:

+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba

EDUCAMOS ENTRE TODOS

ADOLFO ARIZA ARIZA. Delegado Diocesano de Catequesis

DIDÁCTICA DE LA ORACIÓN CRISTIANA

Dificultades y tentaciones en la oración

Para entrar en la oración es preciso “recoger el corazón, recoger todo nuestro ser bajo la moción del Espíritu Santo, habitar la morada del Señor que somos nosotros mismos, despertar la fe para entrar en la presencia de Aquel que nos espera, hacer que caigan nuestras máscaras y volver nuestro corazón hacia el Señor” (CCE 2711). Ahora bien, este verdadero “don de la gracia” es acogido a través de una “respuesta decidida por nuestra parte” (CCE 2725). De ahí que, si en la última entrega de esta “didáctica la de la oración cristiana” se proponían las principales objeciones a la oración, sea ahora el momento de hacer diagnóstico de las principales dificultades en la oración así como las tentaciones más frecuentes en este ámbito.

Una primera dificultad “habitual” en la vida de oración es la distracción. En ella se “descubre al que ora aquello a lo que su corazón está apegado” (CCE 2729).

Dificultad es también la sequedad: “El corazón está seco, sin gusto por los pensamientos, recuerdos y sentimientos, incluso espirituales”. Pero, precisamente en la sequedad, es el “momento” en que la fe se torna “más pura” al participar junto a Jesús en “su agonía y en el sepulcro”. Claro que también puede darse el que esta sequedad se deba “a falta de raíz, porque la Palabra ha caído sobre roca” (CCE 2731). Otra de las dificultades viene dada por “la queja ante la oración no escuchada” que conduce normalmente al abandono de la oración. Ante este dato conviene formular dos preguntas: ¿Cuál es entonces la imagen de Dios presente en mi modo de orar: Dios como medio o Dios como el Padre de Nuestro Señor Jesucristo? (cf. CCE 2735). “¿Cómo puede el Espíritu Santo ser ‘vida nuestra’, si nuestro corazón está lejos de Él?” (CCE 2744).

En capítulo de tentaciones en la vida de oración se pueden tipificar fundamentalmente dos. La primera de ellas es propiciada por la “falta de fe”; percibida no tanto por una “incredulidad declarada” sino por unas “preferencias de hecho” en las que claramente queda descrita “la verdad del corazón”. Así, suele suceder que “cuando se comienza a orar se presentan como prioritarios mil trabajos y cuidados que se consideran más urgentes”.

La segunda de las tentaciones es la acedia, que tal y como describen los Padres espirituales, se manifiesta como “aspereza” o “desabrimiento debidos a la pereza, al relajamiento de las ascesis, al descuido de la vigilancia, a la negligencia del corazón” (CCE 2733).

Ya por ultimo señalar: “Contra nuestra inercia y nuestra pereza, el combate de la oración es el del amor humilde, confiado y perseverante” (CCE 2742). Este mismo amor “abre a nuestros corazones a tres evidencias de fe luminosas y vivificantes”: Orar es siempre posible (cf. CCE 2743); orar es una necesidad vital (cf. CCE 2744); oración y vida cristiana son inseparables (cf. CCE 2745).

Adolfo Ariza Ariza
Delegado Diocesano de Catequesis. Director y profesor del ISCCRR Beata Victoria Díez

TEMA DE LA SEMANA

«Los jóvenes santos nos animan a volver a nuestro amor primero»

PAPA FRANCISCO

La Iglesia está llena de la paz y alegría de jóvenes santos que acogieron a Cristo en su vida con amor inquebrantable. En el inicio de sus vidas, la madurez de su fe les condujo a perdonar a sus verdugos o convertir el dolor y la enfermedad en cercanía con Dios. Jóvenes de su tiempo que antes, como ahora, son elegidos para no separarse del amor al prójimo. Eligieron ser auténticos y no fotocopia como proclamaba el último joven beatificado: Carlo Acutis.

Antes y ahora la llamada al don de la santidad a través del bautismo sigue plenamente vigente para los jóvenes cristianos. Con la festividad de Todos los Santos, el Año litúrgico, nos invita a recordar a multitud de santos, es decir, a quienes han vivido plenamente la caridad, han sabido amar y seguir a Cristo en su vida cotidiana.

VIVIR LA LITURGIA

Orar, escuchar y cantar: tal es la participación

JAVIER SÁNCHEZ MARTÍNEZ
Miembro de la Delegación diocesana de Liturgia

La participación requiere la audición de los textos litúrgicos proclamados con voz clara, recitando con sentido.

Cuando se celebra con prisas, las oraciones pasan rápido, incomprensibles. La participación litúrgica sin embargo lleva a la comunión en la oración, y por eso las oraciones del Misal que el sacerdote pronuncia, deben ser oradas realmente, bien recitadas, y todos escucharlas con atención y recogimiento para decir conscientemente «Amén».

Los textos litúrgicos expresan y reflejan la fe de la Iglesia. Nadie puede alterarlos sino recitar los textos del Misal tal como están allí escritos; pasan a ser patrimonio de todos en la medida en que escuchados cada año litúrgico, van forjando la inteligencia cristiana  y se graban en la memoria. Son una gran catequesis de la Iglesia y una fuente de espiritualidad para luego meditarlos personalmente.

Participar, asimismo, es escuchar con inteligencia y con el corazón. Hemos de recuperar el valor sagrado de la liturgia de la Palabra, con una atención cordial a las lecturas; necesita el canto del salmo responsorial que ayuda a interiorizar; y el silencio

meditativo después de la homilía, así como buenos lectores (que sepan leer bien en público y vocalizar).

¡Y cantar!, que es participar y rezar con amor. Potenciar la solemnidad, la oración y el canto en la liturgia, es cultivar un gran medio de participación activa de todos para unirse al Misterio.

Cantar es propio de la liturgia. Unos cantos pertenecen a un solista-salmista, otros al coro y otros a todos los fieles (como las respuestas al sacerdote y las aclamaciones), sin vergüenza de cantar ni miedo a desafinar. ¡Cantar! La liturgia no es un concierto hermoso delante de espectadores, o su extremo contrario, querer que todos lo canten todo.

Cantar no estorba el recogimiento, sino que ya de por sí es oración y medio de participación, cuando los cantos corresponden al texto de la liturgia y la música es apropiada, solemne y espiritual, sabiendo que hay cantos cuyo texto es invariable (el Gloria, el Credo, el Sanctus…) y sin paráfrasis.

Pues para que los fieles no permanezcan como “extraños y mudos espectadores” (SC 48), el canto ayuda a la participación común a condición de que el canto sea litúrgico, con música de calidad para la liturgia que es sagrada,  y que la letra sea litúrgica evitando el sentimentalismo y la subjetividad (los cantos en singular: “mi”, “me”).

¿Sabías que...

para la Misa al menos deben encenderse dos candeleros con sus cirios?

Cúbrase el altar al menos con un mantel de color blanco. Sobre el altar, o cerca del mismo, colóquese en cada celebración un mínimo de dos candeleros con sus velas encendidas o incluso cuatro o seis, especialmente si se trata de la Misa dominical, o festiva de precepto, y si celebra el Obispo diocesano, siete. También sobre el altar o cerca del mismo ha de haber una cruz con la imagen de Cristo crucificado (OGMR 117).

LIBRERÍA DIOCESANA

Carlo Acutis. Un genio de la informática en el cielo

Nicola Gori
Editorial Ciudad Nueva

Carlo Acutis, un chico de quince años, un adolescente como todos: vivaz, lleno de proyectos y colmado de futuro, atraído por la informática y los videojuegos. Tiene amigos, una familia, va al colegio. Nada extraordinario, hasta aquí. Pero Carlo estaba determinado, como decía santa Teresita de Lisieux, a «hacer extraordinariamente bien y por amor las cosas ordinarias». Y entonces descubrimos que la vida de Carlo tiene una impronta de santidad. Su meta es la unión con Cristo. Su alimento diario es la Eucaristía y la adoración del Santísimo. La misa, su cita impostergable. De esta manera, la vida de este adolescente se reviste de cualidades únicas, porque todo es vivido con la mirada puesta en Dios. Carlo nos interpela, nos muestra que el compromiso con Dios es algo actual, posible y el más hermoso pacto que podemos hacer en esta vida. Como escribe monseñor Sturla en su prólogo, «leyendo la vida de este adolescente podemos experimentar que el Señor nos llama, nos alerta, nos sacude de nuestra modorra cristiana, de nuestro vivir distraídos, somnolientos, perezosos. Con 15 años, Carlo vivió intensamente la vida, con la pasión de un apóstol, con el ardor de un enamorado, con la sonrisa de un bienaventurado».

Con este contenido se presenta el libro “Un genio de la informática en el cielo” para conocer más de cerca la figura de este joven recientemente beatificado.

El libro está disponible en la Librería Diocesana. Puede realizar su pedido a través del correo electrónico libreria@diocesisdecordoba.es o a través de WhatsApp 655 156 557.

AL TRASLUZ

ANTONIO GIL. Sacerdote

“La clase media de la santidad”

Nos llega la solemnidad de Todos los Santos y la Conmemoración de los Fieles difuntos, fechas que nos invitan a dirigir la mirada hacia nuestros seres queridos que se han marchado de este mundo, con la visita a los cementerios, contemplando en lontananza la resurrección, y una mirada a nuestras vidas, cuyos anhelos se centran en la búsqueda de la felicidad. Situados ante el pozo de nuestro corazón, en su fondo encontramos deseos de abundancia, paz, dignidad, justicia, confianza, dignidad y bienestar. Un cristiano es un encargado de construir espacios de cielo en la tierra y ofrecerlos a los demás. Pequeños espacios de bien y verdad, que nos permiten vivir concretos momentos de gloria. El amor, lo sabemos, no busca repetir experiencias, sino eternizar encuentros.

Es lo que el papa Francisco denominó, en su Exhortación apostólica “Alegraos y regocijaos” como “la clase media de la santidad”: “Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: en los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo. En esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad de la Iglesia militante. Esa es muchas veces la santidad “de la puerta de al lado”, de aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios, o, para usar otra expresión, “la clase media de la santidad”.

La santidad es el rostro más bello de la Iglesia. Celebrar y vivir el día de Todos los Santos y elevar nuestra mirada a la “vida eterna”, nos exige, como bien nos dijo Benedicto XVI, “salir con nuestro pensamiento de la temporalidad a la que estamos sujetos”, y dejar de imaginarla “como un continuo sucederse de días del calendario”. “Vida eterna”, intentó hacernos comprender el papa emérito, será un momento pleno de satisfacción, en el cual la totalidad nos abraza y nosotros abrazamos la totalidad, desbordados por la alegría”.

FAMILIA DE FAMILIAS

FAMILIA GUERRERO MARÍN

«Ser Iglesia es una actitud»

Borja Guerrero y Loles Marín pertenecen a la parroquia Ntra. Sra. de la Asunción de La Rambla

¿Cuáles son los pilares de vuestra convivencia familiar?

Siempre solemos decir que no existen las parejas perfectas, sino las parejas que se aman. Nos queremos mucho, a pesar de las diferencias nos ayudamos y complementamos. Nuestro matrimonio es un don de Dios, y un milagro, así que debemos cuidarlo, y cuidarnos, sabemos que es más importante mirar al tú, que al yo, pensar en un “nosotros”, no ser egoístas, y por lo tanto la generosidad, la comprensión y el respeto hacen crecer nuestro amor.

Comenzar ofreciendo a Dios nuestro día y llegar a la noche, cogernos de la mano, rezar, y ponerlo todo en manos de la Virgen María y de Dios, borra cualquier tontería. Borja cuando llega la noche tiene un listado enorme de personas por las que rezar, nunca se olvida.

¿Qué instrumentos tiene la familia de hoy para manifestarse cristiana?

Como les decían a los primeros cristianos: “¡Mirad cómo se aman!”. Lo primero es el respeto a la familia, como el bien más importante de la sociedad, tratan de individualizarnos, así que debemos proteger, cuidar y sostener el valor de la familia cristiana.

Una familia que perdona, que acoge a los más abuelos, que ayuda a los más débiles, y que acompaña y quiere a los niños y jóvenes.

Celebrar la fe que se nos ha transmitido, y celebrarla juntos. Ser Iglesia, más que un hecho, es una actitud.

Defender el derecho a la vida y a una muerte digna, respetar y amar los planes de Dios, aunque a veces no nos gusten.

¿Cuál es vuestra parroquia?

Vivimos en La Rambla, y pertenecemos a la Parroquia Ntra. Sra. de la Asunción, Borja es de Córdoba, le encanta formar parte de una comunidad parroquial, no era fácil venir de la capital y llegar a un pueblo. Pero en la parroquia se ha sentido muy acogido, muy querido, a pesar de su timidez. No se trata de hacer y hacer muchas cosas, sino simplemente de ser Iglesia y de servir. Borja reza por todos. Sentirnos acogidos, y miembros de una comunidad, donde cada uno aporta los dones que Dios nos ha dado, ya es ser Parroquia.

Ayudamos a los jóvenes con un grupo de GPS, catequesis y acompañamiento. Dar testimonio a otros matrimonios como matrimonio fértil y fecundo a la sociedad.

En la Hermandad de la Caridad trabajando en el banco de alimentos.

Somos oblatos de las Hnas. de Stella Matutina en La Rambla, y también ellas forman parte de nuestra familia, hermanas y amigas, rezar por ellas y con ellas, ayudarlas, estar con ellas, y acompañarlas, nos hace ser Iglesia. Estamos siempre unidos en el Señor. Nuestro Si a ellas, es un Si a Jesucristo y a la Iglesia.

¿Cuál es vuestra aportación familiar a la Iglesia Diocesana?

Quizás sea una aportación mínima, pero estar y servir en Nuestra Parroquia, participando como miembros vivos y comprometidos nos hace ya ser Iglesia Diocesana. Damos un poco de lo que tenemos, remangarte cuando es necesario, ayudar económicamente al mantenimiento de los templos, ayudar a la Iglesia en sus necesidades, acompañar y servir para que otros conozcan el Amor de Dios y seamos testigos del Evangelio, con nuestros pecados y debilidades pero buscando y queriendo ser como Jesucristo. Desde rezar por toda la Iglesia Universal, pertenecer y servir a la Iglesia Diocesana, y finalmente estar y ser en nuestra Parroquia local.

Fecha y lugar del matrimonio

La Rambla el 21 de septiembre de 2013

Un momento de vuestra historia familiar

Ser padrinos de los sobrinos, lo celebramos como una auténtica fiesta.

Una actividad que comparte la familia en su tiempo libre

Estar con los amigos, salir por ahí, viajar poco, pero algo,  ir al campo, pasear juntos, ver una peli, juegos de mesa.

Qué cosas no dejáis de hacer juntos cada día

Rezar, y pasear juntos aunque sea un momento, el salir a pasear solos y sin móviles nos permite estar a solas, hablar y entablar conversaciones que en casa quizás no tendríamos.

¿Rezáis por algún sacerdote?

Nos gustó la idea de “Pon un cura en tu familia”, y rezar por un sacerdote de la Diócesis, nos inscribimos y rezamos por, D. José María Muñoz Urbano, no lo conocemos, nos escribimos, así que ahora nos pondrá cara, por nuestro párroco D. José Ángel, y por muchos sacerdotes amigos, que nos quieren mucho y que han pasado por nuestras vidas ayudándonos.