Los primeros momentos, al conocer su elección como Obispo son los más difíciles de gestionar, ¿qué ocurre cuando recibe la llamada de la Nunciatura? ¿cuánto se tarda en asimilarlo?
No olvidaré nunca ese momento porque pensé que era un error o una broma. Llegué a mi casa un domingo por la tarde después de las misas normales del día del Señor y recibo la llamada de la Nunciatura y me lo comunican así directamente. Me costó varios minutos reponerme y creer realmente lo que me estaban diciendo. Te dejan no mucho tiempo para aceptar y una vez que aceptas ya es irreversible.
En ese momento uno siente mucho miedo, se siente muy pequeño, por otra parte siente un agradecimiento grande al Santo Padre, al Papa Francisco, por poner la confianza en mi persona y mucha confianza en el Señor. Pensé que si hasta ahora había dicho que sí a la Iglesia a todo lo que me había ido pidiendo, ahora no podía negarme y escribí al Santo Padre aceptando el nombramiento.
En la Rambla se han sentido particularmente honrados por su nombramiento. Hay personas que siempre vieron en usted especiales cualidades, desde pequeño. Ella es su catequista de confirmación, Mari Celi de Paz ¿qué recuerda de aquella etapa? ¿estaba ya cerca la llamada a su vocación?
Pues sí. No de manera muy nítida, muy clara, pero sí que recuerdo aquellos años de preparación de la confirmación como un momento en el que yo asimilaba la fe personalmente. Ya no era algo heredado de mi familia sino que era una fe personalizada que iba haciendo mía gracias a mi párroco, a Mari Celi, mi catequista de confirmación, al grupo de confirmación y a la vida de la parroquia, que me enriqueció tanto y que hizo que recibiera la formación cristiana fundamental que abre el oído para poder escuchar una llamada de Dios al sacerdocio.
Conozco a Antonio de toda la vida, soy muy amiga de su madre. Desde que nació decíamos que era un niño que venía para algo, por su bondad y alegría. Yo era la directora del colegio y mi hermana su profesora, era un estudiante ejemplar, callado, prudente, alegre siempre, despreocupado de sí para darse a los demás. Ha sido una característica que la ha llevado siempre. Con los años se da uno cuenta que estaba lleno del amor de Dios y ese amor se le desbordaba y llegaba a los demás. Siempre llamaba la atención por sus cosas. Fui su catequista de confirmación, fue un grupo buenísimo, pero él era muy participativo, fue un tiempo muy bonito. La semillita que Dios le puso fue creciendo, teníamos un párroco muy buen y a él le fue llegando. Le veníamos diciendo que iba a ser obispo y cuando me enteré que lo iba a ser de Alcalá me dio mucha alegría por él, pero me pasó como a su madre, que me dio pena porque se va. Sé que lo va a hacer estupendamente. Mi amor por él es muy grande, llevo con él desde el principio y tengo que seguir estando. Dios lo miró, y como la Virgen, es un privilegiado de Dios, que ha venido desde chiquito con una misión de Dios y la tendrá toda la vida.
Su ingreso en el seminario sucede tras cursar estudios de medicina. Una vez ordenado sacerdote, ha estado 23 años al servicio de la iglesia de Córdoba. Ha sido Vicario General, Vicerrector y Rector del Seminario; durante los últimos cinco años, párroco de San Miguel. Ha sido usted un colaborador estrecho del obispo de Córdoba, monseñor Demetrio Fernández.
¿Qué ha sostenido durante este tiempo tantas decisiones en estrecha colaboración del Obispo? ¿Cómo es esta unión entre obispos?
Para mí ha sido un enriquecimiento enorme en mi vida conocer a D. Demetrio el año 2010, en general los obispos que Dios me ha ido regalando. D. Javier Martínez, que me ordenó sacerdote y me abrió el horizonte de los estudios en Roma. D. Juan José Asenjo que también puso la confianza en mí como rector del Seminario. Pero con el que he colaborado más tiempo y más estrechamente es con D. Demetrio. Desde 2010 son muchos años de compartir ilusiones, proyectos, esperanza, también dificultades, problemas. Puedo decir que he aprendido muchísimo de él: su prudencia pastoral, la riqueza de su vida interior que contagia, su amor a la Iglesia. Una frase que le he escuchado muchas veces y no olvidaré nunca “qué bonita es la Iglesia, hay que amar a la Iglesia, entregarnos a Jesucristo y a la Iglesia”. Realmente le debo todo lo que he aprendido en lo que se refiere al gobierno pastoral. Su solidez doctrinal, su celo apostólico, su trabajo incansable, es un modelo de trabajo y de entrega a Dios y a la Iglesia.
D. Antonio Prieto, a quien conozco de cerca porque ha sido un buen colaborador, está dotado de muchas cualidades. Es un hombre de Dios, es una mente bien amueblada, es una persona con capacidad de empatía para llevar a Jesucristo y atraerlos hacia Dios. Es un hombre completo y por eso la Iglesia lo ha llamado para ser pastor de su pueblo, prolongación de Cristo Buen Pastor en medio de su Iglesia.
Su formación es muy amplia como doctor en Teología Moral por la Universidad Eclesiástica “San Dámaso” y le ha permitido desempeñar una intensa actividad en la pastoral familiar, además de la pastoral vocacional. No le gusta hablar de amenazas, pero ¿cuáles son las de la familia actual? Y sobre todo, ¿cuáles son sus fortalezas?
Cuando fui enviado a Roma a estudiar la Teología del Matrimonio y la Familia nunca olvidaré una síntesis, para mí una de las más preciosas que hay sobre lo que es la familia cristiana en el Magisterio de la Iglesia, que la de la exhortación Familiaris consortio, que dice que la familia es una escuela de amor, una comunidad de amor, la comunidad del amor incondicional. Es el amor humano, el amor esponsal, que se convierte en amor familiar y allí se nos quiere sencillamente porque existimos, no hace falta ser buenos, ni tener cualidades, ni destacar en nada, es un hogar que si no existiera habría que inventárselo. Por lo tanto ahí tenemos un primer valor.
Luego el santuario de la vida, es una expresión que me gusta mucho porque la vida llega y se la acoge venga como venga. Iglesia doméstica, ¿Qué sería de la gran Iglesia sin la iglesia doméstica? Es la célula fundamental de la sociedad porque sin familia no hay sociedad. Si la familia es débil la sociedad se debilita y una familia bien construida sostiene una sociedad entera. Por lo tanto, hay que defender la familia, esas cuatro dimensiones y todo lo que amenaza alguna de esas cuatro dimensiones no solamente amenaza a la familia sino que amenaza a la sociedad y a la persona humana.
Usted ha acompañado a muchas familias de Córdoba, ha compartido alegrías y tristezas, muchas de ellas tienen hoy el corazón dividido. Es el caso de la familia Aranda-Varela
En los equipo de trabajo que ha ido generando durante su etapa como vicario general, nadie se ha podido sustraer a su entusiasmo y a sus ganas de mostrar a Cristo y su Iglesia, su camino está siempre lleno de propuestas. En la curia Diocesana nos dice Ana Roldán, Delegada de Educación, que siempre va hacia adelante.
Las vocaciones sacerdotales son generosas en Córdoba, no tanto en otras diócesis. Ver crecer una vocación, observarla de cerca es un privilegio que usted ha tenido como rector del Seminario, ¿cómo ha sido esta función de formador para el sacerdocio?
Es una tarea impresionante, es como asistir a un milagro de Dios casi todos los días. Fui catorce años formador, entre vicerrector y rector, y cuando iba viendo cada uno de los jóvenes que llamaban a la puerta del Seminario y se planteaban en serio la vocación sacerdotal en los tiempos que corren, decía: esto es un milagro. Repasaba esa etapa cuando dejé de ser rector y había acompañado a ciento cinco muchachos durante catorce años y de esos, sesenta y dos fueron sacerdotes. Doy gracias a Dios por cada uno, por los que los son, por los que no lo fueron porque han tenido esa valentía de preguntarse delante del Señor si el Señor les llamaba para ser sacerdotes, para entregar su vida a la Iglesia y para ser testigos de Jesucristo, cabeza y pastor que nos santifica con los sacramentos, nos da su palabra, que es vida y es una lámpara para nuestros pasos y guía la Iglesia como sacramento Iglesia Universal de salvación.
Doy muchísimas gracias a Dios por esa etapa delicada y difícil pero muy gratificante de mi vida sacerdotal.
Desde que te conocí al final del siglo pasado en el Seminario, cuando todavía no eras sacerdote, siempre me has ido sorprendiendo. Conforme hemos ido conviviendo durante tantos años son muchos lazos los que nos han ido uniendo poco a poco. Cómo no agradecerte el hecho de que tanto a mí como a mi familia nos has hecho mucho bien porque contigo hemos crecido no sólo desde el punto de vista espiritual sino también personal aunque como muy bien sabemos ambas cosas son inseparables. Es cierto que intuíamos desde hace años que te iban a proponer ser obispo pero cuando llega el momento siempre hay un sabor agridulce porque te vas. Es verdad que te vas no muy lejos pero siempre la distancia es puñetera, pero por otro lado uno piensa que la Santísima Trinidad, a través del Espíritu Santo, le ha soplado al oído al Papa Francisco “nómbralo obispo porque lo mandes donde lo mandes nos servirá muy bien. Será un Pastor que hará que haya mucho fruto en su Diócesis porque es un santito que está consagrado a mí en cuerpo y alma”. Eso se lo ha soplado y el Papa Francisco ha dicho “pues sí, es verdad”. Un abrazo muy fuerte, te deseo todo lo mejor en esta nueva etapa en Alcalá y le doy gracias a Dios enormemente por haberte conocido y por tu vida.
Querido Antonio que suerte tengo en poder dirigirte unas palabras en estos momentos. ¿Qué decir de estos siete años en los que te he podido conocer y que estoy en Córdoba? El resumen sería que has sido un don de Dios en mi vida y veo que también eres un don para la Iglesia. El que te trata entiende que Dios es amor, es ternura, porque demuestras que cada persona importa. El que te oye comprende que Dios es sencillez porque haces muy entendibles todos los temas que expones. El que trabaja contigo se llena de confianza en Dios porque no haces problema de nada, sólo te entregas con alma, vida y corazón. Lo vives todo con alegría y esperanza. Dios está contigo y te lleva, no temas. En ti puedo decir que Dios me ha regalado un hermano de los buenos, de esos que no se dejan nunca aunque no se vean y aunque haya distancia de por medio. Muchas gracias Antonio, un abrazo muy fuerte.
Las vocaciones sacerdotales son generosas en Córdoba, no tanto en otras diócesis. Ver crecer una vocación, observarla de cerca es un privilegio que usted ha tenido como rector del Seminario, ¿cómo ha sido esta función de formador para el sacerdocio?
Es una tarea impresionante, es como asistir a un milagro de Dios casi todos los días. Fui catorce años formador, entre vicerrector y rector, y cuando iba viendo cada uno de los jóvenes que llamaban a la puerta del Seminario y se planteaban en serio la vocación sacerdotal en los tiempos que corren, decía: esto es un milagro. Repasaba esa etapa cuando dejé de ser rector y había acompañado a ciento cinco muchachos durante catorce años y de esos, sesenta y dos fueron sacerdotes. Doy gracias a Dios por cada uno, por los que los son, por los que no lo fueron porque han tenido esa valentía de preguntarse delante del Señor si el Señor les llamaba para ser sacerdotes, para entregar su vida a la Iglesia y para ser testigos de Jesucristo, cabeza y pastor que nos santifica con los sacramentos, nos da su palabra, que es vida y es una lámpara para nuestros pasos y guía la Iglesia como sacramento Iglesia Universal de salvación.
Doy muchísimas gracias a Dios por esa etapa delicada y difícil pero muy gratificante de mi vida sacerdotal.
El encuentro con la diócesis de Alcalá está muy cerca, ¿cómo vive usted este recomenzar su vida pastoral?
No puedo ocultar que lo estoy viviendo con cierto nerviosismo pero la gente de Alcalá me está acogiendo tan bien, me están dando tanta confianza, me lo están facilitando tanto que también lo estoy viviendo con ilusión y entusiasmo. Tanto el obispo emérito, D. Juan Antonio, como el administrador apostólico, D. Jesús Vidal, que se está portando conmigo como un hermano mayor, me están preparando todo. Con quien estoy más en contacto ahora es con el Colegio de Consultores que se está volcando con la ordenación, con la preparación de la ceremonia, con mis primeros pasos en la Diócesis y lo estoy viviendo con mucho agradecimiento.
También mucho agradecimiento a los cordobeses porque estoy encontrando tantas muestras de cariño que me siento realmente desbordado.
Llega usted a una diócesis joven, aunque cargada de historia. ¿ha podido ordenar ya sus retos para servir a los alcalaínos? ¿qué es fundamental para usted?
No conozco bien la Diócesis, mi primer reto es escuchara a todos los que quieran dirigirse a mí y sobre todo escuchar al Espíritu Santo. Saber lo que está realizando el Espíritu Santo en esa bendita Diócesis de Alcalá de Henares. Me vienen tres palabras al corazón que Dios pone en Él cuando me recojo en oración: comunión, misión y santidad, al hilo del magisterio del Papa Francisco. A lo mejor las llevo ya en el corazón y lo que pienso es cómo llevarlas a la realidad en Alcalá. En primer lugar la comunión, lo que el Papa llama sinodalidad, que dice que es el camino de la Iglesia para el tercer milenio, el mismo Jesucristo decía que fuéramos uno para que el mundo crea. El mundo no creerá si no somos un testimonio de familia de comunión.
La segunda palabra es misión, porque una Iglesia que no está en salida, como dice el Papa “que no sale a las periferias”, que no va al encuentro del hombre. Antes podíamos tocar la campana y la gente venía pero ahora eso ya no funciona, ahora la Iglesia tiene que ser misionera, siempre lo ha sido, la misión pertenece al ADN de la Iglesia pero ahora más que nunca. No podemos quedarnos refugiados en nuestras sacristías, tenemos que salir al encuentro del hombre, el hombre es “el camino de la Iglesia” decía San Juan Pablo II. Tenemos que ser misioneros porque si no la Iglesia se anquilosa, es una Iglesia que se atrofia.
Por último, santidad, para mí es una clave fundamental, la misión será siempre como un desbordarse de nuestra vida interior, de nuestra vida de encuentro con Cristo, de nuestra intimidad con Dios, de esa vida divina que Jesucristo ha venido a darnos para que nosotros la testimoniemos. Nos lo dice el Papa en la exhortación Gaudete et exsultate, que la misión es una sobreabundancia de vida interior, de vida de santidad.
Volvamos a su pueblo, porque el amigo de toda la vida tiene un nombre, el de Martín. Han crecido juntos y es así como valora la amistad que les une
¿Quién tiene un amigo, tiene un tesoro? ¿Es así?
Ciertamente, me emociona el testimonio de Martín, mi amigo del alma desde niños, creo que he pasado más tiempo en su casa que en la mía durante la infancia. Hemos crecido juntos, hemos compartido toda nuestra infancia, adolescencia, y también nuestra fe. Somos hermanos en la fe también.
En los últimos cinco años, ha sido usted párroco de San Miguel Arcángel de Córdoba. Ese nombramiento no lo separó de don Pedro Cabello, con el que ha compartido estudios en el seminario, cuatro años en Roma, trabajo como formadores en el seminario, toda una vida. Es un sacerdote hermano lleno de agradecimiento
Monseñor Carlos Osoro será el Obispo consagrante del nuevo obispo de Alcalá de Henares junto al obispo de Córdoba y el Nuncio Apostólico de Su Santidad en España. Muchos obispos querrían acompañarlo en su ordenación episcopal, especialmente los tres prelados que han partido de Córdoba para ser obispos. En especial el obispo de Guadix, que nos desvela quién lo recibió cuando llegó al seminario
Es significativo esta coincidencia, como lo es también que en quince años, cuatro sacerdotes diocesanos de Córdoba hayan sido nombrados obispos, ¿qué le parece esta realidad para nuestra diócesis?
Un regalo del Señor, como que pone su mirada en nuestra Diócesis y nosotros siempre somos instrumentos indignos, pero hay vida en la diócesis de Córdoba, hay vida cristiana, hay un celo que se transmite, se vive y se comunica de amor a Jesucristo y a la Iglesia, y eso da fruto, las vocaciones sacerdotales y donde hay vocaciones sacerdotales el Santo Padre pone su mirada para que algunos se esos sacerdotes puedan servir a la Iglesia en otras latitudes
Con monseñor Mario Iceta ha compartido parte de su formación teológica. Han coincidido en Córdoba durante algunos años, el arzobispo de Burgos también tiene una mirada especial para nuestra diócesis; igual que monseñor Santiago Gómez Sierra, obispo de Huelva, que reconoce la generosidad de esta diócesis.
¿Cómo recuerda esta etapa junto a D. Santiago y a D. Mario?
Sería muy largo de contar. Ya D. Francisco Orozco ha contado una anécdota que yo tampoco nunca olvidaré y es que mi primer día en el Seminario él me abrió la puerta de la cochera. Era como el que se marchaba y el que llegaba. Él estaba en sexto y yo comenzaba mi primer curso.
Con D. Mario Iceta fueron también aquellos primeros momentos a él le quedaba muy poco para ordenarse y el hecho de que yo fuera estudiante de medicina y él médico creó una sintonía entre nosotros. Recuerdo un consejo, me dijo “ponte una fecha” porque yo andaba con mis dudas, y lo que el Señor te diga en esa fecha “hazlo”. Fue un consejo muy valioso, llegó esa fecha y en el corazón tenía que tenía que ser sacerdote y me lancé.
De D. Santiago Gómez recuerdo sus clases, quizá es uno de los mejores profesores que he tenido en mi vida. Fue y siempre ha sido un sacerdote con una mente preclara del que he aprendido tantísimo.
En Alcalá, usted sucede como obispo a monseñor Reig Pla, también entusiasmado por su llegada. Esta es la bienvenida que quiere dedicarle
Estamos a unas horas para su ordenación, como suena ese adiós a los cordobeses
Suena con tristeza y con esperanza, “algo se muere en el alma cuando un amigo se va”. Esas sevillanas que me tocan el corazón porque dejo mucho atrás, muchas personas queridas, muchísimas vivencias, son como los ladrillos de mi vida que han ido poniéndose gracias al cariño, a la generosidad de tantas personas, de tantos buenos consejos y eso lo vivo con tristeza porque digo adiós. Pero también con esperanza porque no digo adiós sino hasta luego y porque ahora la vida permite una comunicación muy fluida y sé que siempre vamos a estar juntos, juntos en la oración y cada día en el altar
Todos los que te conocemos tenemos que darle muchísimas gracias al Señor por habernos puesto a alguien como tú en nuestra vida, alguien tan maravilloso, tan entusiasmado y tan enamorado del Señor. Me quedo con la generosidad que has demostrado siempre cuando el Señor te pide algo, ese entusiasmo y esa pasión por entregarte a los demás incluso cuando no ves las cosas claras, siempre sigues adelante y tiras de los que vamos detrás de ti con tu ilusión. La humildad que has demostrado para no creértelo incluso cuando las cosas no han salido bien, has sido humilde para seguir adelante. Estos son los rasgos que más me llaman la atención de ti y por los que te queremos tanto. Un abrazo fuerte.
Dice el Libro del Eclesiástico que un amigo fiel es un refugio seguro que no tiene precio, el que lo encuentra ha encontrado un tesoro. Puedo decir que tú has sido ese amigo fiel, ese amigo en el Señor, ese tesoro. Doy gracias al Señor, porque después de treinta años conociéndonos, primero en el preseminario, luego en el Seminario, cuatro años en Roma, nueve en el Seminario como formadores y estos cuatro últimos en la parroquia, han sido un regalo de Dios compartirlos contigo. Hemos compartido nuestro amor a Jesucristo, nuestra pasión por el sacerdocio, nuestra forma de entender el ministerio según el estilo de Jesús, según el evangelio y nuestros deseos de entrega. Doy gracias al Señor por ti, por tu lealtad, por tu amistad, por tu generosidad, por todas las veces que has estado ahí de forma discreta. También doy gracias por tu paciencia porque a veces soy un poco intenso y terco y siempre has estado, en las duras y en las maduras. Doy gracias al Señor por ti, te siento y te quiero como un hermano en el Señor y te deseo lo mejor para este nuevo ministerio.
Querido D. Antonio Prieto muchísimas felicidades, estamos muy contentos todos los que te conocemos por esta elección del Señor por medio del Papa Francisco para que seas el obispo de Alcalá. Doy gracias al Señor por todo lo que he podido compartir contigo en nuestra querida Iglesia de Córdoba. Ahora el Señor te llama al colegio episcopal y le doy gracias porque este colegio episcopal se verá muy engrandecido con tu presencia, con tu persona y con todo lo que vas a aportar y sobre todo, doy gracias al Señor por haber sido valiente y haber dicho sí, haber vivido la obediencia que un día prometiste en las manos de un obispo a la Iglesia para que donde Ella te mande siempre por medio de sus mediaciones allí esté siempre tu corazón con tu entrega y tu vida. Gracias por todo lo que has aportado a mi vida, por todo lo que hemos podido compartir juntos. Aún te recuerdo entrando la puerta de la cochera del Seminario cuando te la abrí. Soy muy feliz de ver cómo el Señor te llama para esta tarea de los hombres. Bienvenido al colegio episcopal, gracias por tu sí.
Hemos recibido con gran alegría el nombramiento de D. Antonio Prieto como obispo de Alcalá de Henares. He tenido el honor y el gusto de conocer a D. Antonio desde sus comienzos en el Seminario, haber compartido con él tantas jornadas y tantos elementos apostólicos en la diócesis de Córdoba. He visto su evolución como sacerdote, rector del Seminario, párroco, Vicario General y estoy seguro de que es un don inmenso para la Iglesia, un regalo muy grande para la Diócesis de Alcalá de Henares, aunque sentimos la pérdida en Córdoba de un excelente sacerdote ciertamente la Iglesia gana un excelente obispo. Seguro que su servicio en Alcalá será un servicio de Dios en favor de la evangelización, de la comunión de esa Iglesia, de sus sacerdotes, diáconos, vida consagrada, laicado y será un impulso grande para la tarea evangelizadora de la Iglesia. Cuenta con nuestra oración, con la amistad, con la ayuda que humildemente podamos prestar y también desde el colegio de los obispos nos alegramos de este nombramiento. Un saludo fraterno y pascual a la querida diócesis de Alcalá y un abrazo grande fraterno a D. Antonio.
Querido Antonio cuando me enteré de tu nombramiento como obispo de Alcalá pensé en la vocación de Abraham, que es lo que tú estarás viviendo. El Señor por medio de la Iglesia te pide que dejes tu casa y tu tierra y te vayas a otro lugar, prometiendo una fecundidad grande, serás padre de muchos creyentes. En estos días le pido al Señor por ti, porque vivas con ilusión y confianza en el Señor este nuevo ministerio al cual la Iglesia te llama y también pido por la diócesis de Córdoba, que nos ha alimentado y nos ha hecho crecer en nuestro ministerio sacerdotal, que el Señor bendiga su generosidad. Los que te queremos te acompañaremos en tu ordenación episcopal. Un abrazo grande y felicidades.
Manifiesto mi profunda alegría por el regalo que nos ha hecho el Santo Padre eligiendo a D. Antonio como obispo de esta querida Diócesis. Le vamos a recibir con el corazón abierto, con profunda alegría porque nos viene enviado por el Señor, “Bendito el que viene en nombre del Señor”. Muchas gracias D. Antonio por haber dicho que sí, gracias a usted y a su familia y especiales a D. Demetrio y a todos los cordobeses, nos habéis hecho un profundo regalo y estaremos siempre agradecidos. D. Antonio venga con muchísima alegría le vamos a querer desde el primer momento, que Dios le bendiga y que su Santísima Virgen, la Madre de Dios, lo proteja en todos sus caminos.