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«Muchos de los trabajos son un agradecimiento a Dios»

By 3 de abril de 2023829

MANUEL AGUILERA VILLANUEVA

ORFEBRE

Manuel Aguilera Villanueva es una de las jóvenes promesas de la orfebrería cordobesa. A sus 33 años, Manuel lleva trabajando en su taller más de una década, realizando piezas a numerosas hermandades de Córdoba, Jaén y diversos puntos de la geografía española.
Desde 2018, es el Hermano Mayor de la Hermandad del Stmo. Cristo del Descendimiento y Ntra. Sra. del Buen Fin de Córdoba y es allí, en su barrio de toda la vida, en el Campo de La Verdad, donde mantiene su taller abierto y atiende a cada uno de los clientes que acuden a él.

¿Qué te hizo dedicarte a esta profesión?

Llevo desde los seis años en la hermandad del Descendimiento, desde chico veía la artesanía y me llamaba la atención el tema del metal y cómo se hacía. Siempre he sido una persona habilidosa, por eso, me empecé a informar hasta que con dieciséis años me matriculé en la Escuela de Artes.

¿Cómo ha evolucionado el oficio de orfebre en los últimos años?

La orfebrería no es que haya tenido una evolución grande, se sigue trabajando como hacía cincuenta años. Yo lo que sí hago es intentar incluir que las piezas que se hacen de fundición o tridimensionalmente, se hagan con un programa asistido por ordenador. Siempre la tecnología se intenta aplicar en las técnicas, no tanto en los resultados porque en la orfebrería, sobre todo en la religiosa, siempre se suele seguir usando las técnicas más tradicionales, se mantiene el sello que se creó en el XVIII y no se mueve, pero se intenta insertar a través de las nuevas tecnologías piezas que antes no se podían hacer con esa soltura o esa facilidad, para tener las piezas más ricas a un menor coste.

¿Qué sientes al elaborar una pieza para una imagen sagrada?

Depende del trabajo, de la imagen y del cliente. Por las relaciones que se tienen a través de un trabajo, siempre hay creaciones que se crean por el mero trabajo y hay trabajos que se crean para amigos y devociones suyas. En este sentido, el trabajo adquiere otro carácter porque lo haces con el cariño y la devoción de un amigo, eres el medio por el que él consigue manifestar su devoción. Pero, sin duda alguna, cuando más vínculo hay es cuando trabajas para tu devoción y libremente. Para mí es la mayor satisfacción. Hay trabajos muy bonitos por cómo se llevan a cabo y cómo surgen. Recuerdo una persona que había estado enferma de cáncer y era muy devoto de la Virgen del Rocío, me encargó un broche que le quería regalar a la Virgen y se lo hicimos en el taller. Ese encargo me llegó muchísimo al corazón, porque esa persona sentía mucho agradecimiento, me lo transmitió y desarrollando el trabajo, llegas a compartir con él ese sentimiento y a llenarte de su alegría y su devoción. No era amigo, pero por el trabajo en sí como se desarrolló, me llegó mucho.

¿Podemos decir que la orfebrería ayuda a reavivar la fe?

En muchos casos sí. Nuestro principal cliente son las hermandades, pero hay un tipo de cliente mucho más peculiar, aquellas personas que a través de nuestro trabajo trata de agradecer algo que el Señor le ha dado. Ese trabajo intenta ser un agradecimiento a Dios y llegamos a un término en que el trabajo no trata de ser una pieza bonita, sino que exprese algo, que tenga que ver con la familia, con el proceso que haya pasado… y ahí es cuando el trabajo ves que reaviva la fe, porque es un símbolo de agradecimiento. Además, muchos trabajos llaman a esa fe.

¿Es importante que un orfebre tenga fe a la hora de trabajar?

La fe ayuda a la hora de trabajar y a todo. Pero en el caso de la orfebrería es hasta cierto punto, porque los que nos dedicamos al ámbito de las hermandades todo el año, al final a todo se le trata de poner cariño pero ya forman parte de tu vida cotidiana. El orfebre que tiene fe lo tiene mucho más fácil para captar lo que el cliente trata de obtener, porque es más sencillo comprender qué supone ese trabajo para ese cliente.

Si yo no tuviera fe, no podría entender como un grupo de hermanos se quitan de lo suyo tiempo y dinero para hacer una obra para su hermandad. Yo entiendo ese sacrificio porque tengo fe.

Cuando ves en la calle una mirada hacia una pieza que tú hayas hecho, ¿qué sientes?

Al no ser imágenes mis piezas no llaman a la devoción, están hechas para ayudar a llegar a esa devoción. Lo que sí ayuda mucho es a entender algunas de las cosas que se hacen. Por ejemplo, cuando tú realizas un corazón con siete puñales, tratas de expresar los siete dolores de la Virgen y qué simbología conlleva eso. El público que lo admira, admira con satisfacción el poder reconocer fácilmente qué significado tiene.

Cuando haces una pieza todo el mundo te lo agradece, te dice lo bella que es o lo bonita que ha quedado, para mi hay dos satisfacciones que son las mejores que es cuando la persona que te ha enseñado te felicita o te critica el trabajo, te aconseja lo que podrías haber hecho mejor, o te reconoce la excelencia de la pieza. También, para mí la satisfacción mayor tiene que ser la propia. Si uno no está conforme con el trabajo que realiza, no será capaz de extrapolarlo a los demás.

Las piezas tienen que ayudar a comprender el conjunto, que una pieza es así a consecuencia de algo y el nivel creativo yo intento enfocarlo hacia eso. No podemos perder la perspectiva de lo que estamos haciendo. Por ejemplo, cuando hago unas potencias, quiero que sea algo muy etéreo, porque el Señor no llevaba esos rayos saliendo de la cabeza, algo que se pierda, que deje pasar la luz, algo que se confunda con el aire y que refleje esa divinidad, algo que el público vea que está pero que evoque a que no es una pieza tangible. Lo mismo cuando se hace una corona, en la que quiero que destaque el canasto y los imperiales, mientras que el resplandor prefiero tender siempre a que se evada o se pierda.