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Entrevista Antonio Javier Aranda

By 9 de febrero de 2023822

Director de Departamento de la Pastoral del Trabajo

«Las situaciones del trabajo que van contra la vida son una preocupación eclesial»

Antonio Javier Aranda es el Director de Departamento de la Pastoral del Trabajo de la Conferencia Episcopal Española. Este año participa en Córdoba en las XVI Jornadas Diocesanas de Pastoral del que se celebrarán de 16 al 18 de febrero en el salón de actos del obispado de Córdoba con el título "La Pastoral del Trabajo en la vida y misión de la Iglesia".

Usted pertenece a una familia trabajadora migrante en Marruecos, que necesitó volver a España para seguir trabajando, ¿cómo recuerda aquella experiencia?

Mis abuelos tuvieron que emigrar a Marruecos en busca de trabajo. Mi padre nació en Tetuán y mi madre en Ceuta. Mis hermanos y yo, somos seis en total, nacimos en Tetuán.

Mi memoria de este hecho es la memoria familiar. Yo vine con cuatro años y apenas tengo recuerdos propios. Mi madre y hermanos fuimos acogidos por mi abuela materna, que vivía en Sevilla, mientras mi padre buscaba un empleo en Alicante. Una vez que mi padre encontró empleo, nos trasladamos a Elche, a un barrio humilde de familias andaluzas y manchegas, que como nosotros, buscaban un lugar donde poder seguir construyendo un proyecto familiar con futuro.

Una vez instalados nos convertimos en familia acogedora. En una vivienda con algo menos de 70 m2, una de las hermanas de mi madre, con su familia, se alojó durante un tiempo en nuestra casa. En total éramos catorce personas en una vivienda pequeña. Esta experiencia no sólo se dio en mi familia, lo mismo vivieron otras familias del barrio donde vivía. Eran tiempos de penurias y de mucha disponibilidad para superarlas comunitariamente.

Algunas de las  lecciones que saqué de esta experiencia fueron la fragilidad de las familias obreras y su gran capacidad de vivir compartiendo lo poco que se tenía.

¿Cuándo atiende usted la llamada a involucrarse en el mundo del trabajo como cristiano?

Involucrarme en el mundo del trabajo como cristiano, como una exigencia de mi fe, ha sido un proceso. Mi vida se ha desarrollado en un ambiente obrero, las penurias propias de los trabajadores y de sus familias, los valores y esperanzas han ido calando en mí poco a poco. Antes de empezar a trabajar ya empiezo a tener contactos con el movimiento obrero. Especialmente me marca la huelga del calzado que en Elche tuvo una respuesta generalizada (1977). Siendo estudiante, con 17 años, participé en distintas asambleas de trabajadores y manifestaciones. Por esas fechas entro en contacto con las Juventudes Libertarias y con la CNT. Fue un tiempo donde paralelamente a la maduración de mi fe empecé a formarme, a introducirme en el obrerismo militante.

Fue a principios de los ’80 cuando entro en contacto con la Hermandad Obrera de Acción Católica cuando todo parece empezar a encajar, a tener una formación más integral, a compartir con otros la fe desde la realidad obrera, a compartir la militancia obrera cristiana, a ser testigo de Jesucristo en medio de la realidad del mundo obrero y del trabajo.

¿Es el primer laico en dirigir el Departamento de Pastoral del Trabajo de la Conferencia Episcopal, que significa esta novedad para la evangelización del mundo del trabajo?

Quizá se le está dando más importancia a este tema de la que tiene, aunque la tiene. Desde que se empezó este camino por la CEE con la creación de la Subcomisión de Pastoral Obrera hasta mi nombramiento ha habido al frente de esta responsabilidad sacerdotes muy comprometidos con el mundo obrero, con experiencias muy encarnadas en la realidad obrera. No voy a aportar más por el hecho de ser laico.

El auténtico valor de que un laico asuma responsabilidades en los órganos de la Iglesia consiste en que es un signo más del cambio que se está produciendo en la Iglesia, una Iglesia más sinodal, más corresponsable. Cada vez más se va haciendo habitual que los laicos asumamos responsabilidades en la Iglesia que hasta ahora estaban reservadas a sacerdotes. El acento en la sinodalidad que estos años estamos viviendo en la Iglesia, es un paso más en esto de que todo el Pueblo de Dios sea protagonista y corresponsable en la vida y misión de la Iglesia.

El Papa dice que estamos ante una economía que mata, ¿qué signos percibe usted de esta realidad? ¿cómo la afrontamos los cristianos de hoy?

Centrándonos en el mundo del trabajo, os puedo señalar algunos de los signos que nos hacen ver cómo esta economía niega la vida a las personas. Todos somos conocedores de cómo el trabajo condiciona nuestra vida, muchos proyectos personales y familiares dependen de tener o no tener empleo y de las condiciones que en éste se dan. Según el  informe “El estado de la pobreza. Seguimiento de los indicadores de la Agenda 2030 UE 2015-2021”  13,1 millones de personas acabaron el año 2021 en riesgo de pobreza y/o exclusión social, entre estas personas hay desempleados, pensionistas y trabajadores en activo (2 de cada 10 pobres en España tienen trabajo). Estas situaciones estructurales en el actual sistema económico niegan la vida, una vida digna.

Los expertos nos dicen que muchos de estas situaciones, enfermedades y muertes, no son causa de la fatalidad. Pueden ser evitadas con la aplicación de medidas preventivas adecuadas. Medidas que tienen un coste económico que en muchas ocasiones no se quiere asumir.

Esta situaciones que van contra la vida son una preocupación eclesial. En muchas diócesis, promovidas por las delegaciones de pastoral obrera o por movimientos como la HOAC y la JOC, se hacen actos que dan visibilidad a estas situaciones y denuncian sus causas. También se están promoviendo asociaciones de ayuda a las víctimas, así como otras actividades que buscan acabar con esta lacra.

El Papa Francisco, en la audiencia concedida recientemente al sindicato CGIL, decía: “Cada muerte en el trabajo es una derrota para toda la sociedad”. La siniestralidad laboral que provoca muerte así como “¡demasiados mutilados y heridos en el lugar de trabajo!” es debida, en su opinión, por la idolatría del dinero que “tiende a pisotear todo y a todos”.

La era digital ha trasformado nuestras relaciones personales y laborales ¿en qué hemos perdido?

Principalmente en las relaciones humanas y en sentirnos co-creadores en la obra de Dios. La reciente experiencia generalizada de teletrabajo nos ha avisado de determinados peligros. Entre ellos la desconexión social, la desconexión humana y profesional con los compañeros y compañeras; la “confusión” que provoca el mezclar los espacios y la propia vida personal y profesional (gastos, horarios, derecho al descanso, a la desconexión laboral, a la salud laboral y accidentes laborales…) y el vacío en determinados derechos laborales al convertirse la casa en lugar de trabajo y al “disolverse” el tiempo personal y el tiempo de trabajo.

Actualmente todo está organizado alrededor del trabajo humano; en la medida de que este trabajo es sustituido por el digital habrá que reorganizarlo todo. En este sentido el Papa Francisco nos plantea la urgencia de plantearnos dos cuestiones. Por un lado, el reparto del trabajo, también el darle más importancia al trabajo de los cuidados (de personas y del planeta) y plantear una renta básica universal, que posibilite una vida digna a aquellas personas que no puedan acceder al trabajo.

La Iglesia acompaña con su presencia y ayuda a las personas que padecen la precariedad, ¿cuál debe ser el testimonio cristiano?

El mensaje cristiano es un mensaje de esperanza para las personas que padecen precariedad y para aquellas a las que Dios no les dice nada, especialmente si nuestro testimonio es desde la encarnación y desde el protagonismo de los pobres. Lo primero que experimentamos los que queremos evangelizar estos ambientes es que estas realidades son una oportunidad personal para encontrarnos con Dios en los pobres, para tener una verdadera experiencia cristiana. Continuamente nos tenemos que preguntar, qué revisar en nuestras vidas, si “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, especialmente de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo.” (GS 1)

¿Cuál es su mayor esperanza para el mundo del trabajo?

Mi mayor esperanza es que los trabajadores seamos capaces de tomar conciencia de la dignidad del trabajo y de que seamos capaces de lograr un trabajo digno, porque así lo quiere Dios. No olvidemos que Dios oyó los gritos del pueblo de Israel cuando éste estaba esclavizado por el faraón de Egipto, se implicó en su liberación y les ofreció una alianza para que esto no volviera a ocurrir. En ello están empeñados muchos creyentes y una expresión de ello es la iniciativa “Iglesia por el Trabajo Decente”, en la que algo más de 50 diócesis están implicadas en acciones y reflexiones que tienen como finalidad la dignidad del trabajo y el trabajo digno. Este compromiso eclesial y esta toma de conciencia nos ayuda a tender puentes con el mundo obrero, un mundo alejado de la Iglesia.