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Fundación Bangassou, el sueño que nació en Córdoba

20 Aniversario de la Fundación Bangassou

La Fundación Bangassou nació con un proyecto entre las manos: el del orfanato de bebés que al quedar sin madre podían ser enterrados vivos.

En Centroáfrica la figura materna es indispensable para la supervivencia de  un niño, el padre se suele sentir desbordado al fallecer la madre, de modo que estos niños son rescatados y llevados al orfanato. Han pasado veinte años y se han visto a bebés con meses o días que han salido con una carrera universitaria, “algo precioso, como el caso de una chica que llegó siendo un bebé de meses y ha terminado la carrera de enfermería”, recuerda con alegría monseñor Aguirre. Junto a este proyecto inicial de la Fundación, el Obispo suma otros muchos para los que siempre ha contado con mucha ayuda. Han surgido muchos proyectos de tipo asistencial y educativo. Así, existen en la Diócesis más de 150 institutos donde estudian más de diez mil alumnos matriculados. Otras ochenta familias, los profesores, también viven de estos centros educativos. La dignidad humana es prioridad para la Fundación.

Tras tres o cuatro años como esclavas sexuales, “protegidas” por un mercenario, algunas mujeres han conseguido huir y volver a casa, eso supone “remontar en su autoestima” y para ellas se ha pensado en la formación profesional como costureras. La Fundación ha sido impulsora desde Córdoba, con el acopio de máquinas de coser que han llegado hasta allí, para reintegrarse en la sociedad a través de cursos de corte y confección. Muchas de ellas llegaban acompañadas de sus bebés, hijos de la violencia que “es carne de mi carne, sangre de mi sangre”, le han confiado al Obispo en algunos de los encuentros para impulsar estos proyectos. Otras iniciativas “tocan la Iglesia local con la ayuda del Vaticano y de las Obras Misionales Pontificias y Ayuda a la Iglesia Necesitada”. Esas ayudas están destinadas a la formación de sacerdotes, laicos y catequistas y también para la construcción de Parroquias y capillas.

También cuenta con la ayuda de Manos Unidas para cubrir necesidades concretas. La entidad encuentra mucha ayuda, incluso en ayuntamientos de la provincia de distinto signo a través del 0,7%.

El presidente de la Fundación es Miguel Aguirre y junto  a su hermano asegura estar “muy contentos por el cariño que tenemos, sobre todo en Córdoba, pero también en Madrid, Barcelona y el País Vasco, quiere decir que la Providencia nos está ayudando”. Sin educación, un pueblo se bloquea y se muestra intolerante  porque “sin tolerancia llegamos a la guerra y con la guerra se bloquea el desarrollo”, explica el Obispo de Bangassou; la búsqueda de la paz es una prioridad porque un pueblo que no tiene paz “marcha cojo”.

Por eso hay que seguir trabajando en la Fundación y por su futuro para multiplicar sus frutos. Aún así, Miguel Aguirre, considera un “sueño llegar a donde hemos llegado”. Cuando fue constituida, su función principal era canalizar las ayudas a la Diócesis donde acababa de ser nombrado como Obispo monseñor Aguirre. Veinte años más tarde, ha quedado probado que había que organizar la ayuda contando con la gente responsable, fiel y solidaria y constituyendo “una retaguardia tan fuerte que ni siquiera la pandemia ha podido con ella”. El efecto de la pandemia ha contribuido a sumar ayuda porque “ha servido para concienciar a la sociedad cordobesa y la de toda España”. La tarea ahora es mantener todos los proyectos de educación, promoción social y salud, uno de los aspectos para los que la Fundación ha contado  con muchos médicos de Córdoba.

La solidez de 20 años de trabajo

La Fundación cuenta con un patronato, constituido  por 15 miembros que se reúnen de manera regular. Durante el mes de octubre se programa el curso en función de las necesidades que detecta el Obispo en el territorio de su diócesis, de acuerdo con su consejo episcopal y el de los consejos parroquiales. La Fundación recibe estas necesidades y el patronato las pone en marcha, buscando los recursos necesarios para materializarlos, a veces de manera parcial y otras de manera total. Algunos proyectos necesitan la colaboración de otras entidades y por eso existe el compromiso a través de convenios con el Ayuntamiento y la Diputación de Córdoba; también con la Fundación Cajasur, muy sensibles al cometido que tiene la Fundación. Mención aparte merece el Cabildo Catedral de Córdoba que cada año hace una aportación anual  importante para el mantenimiento del Seminario de la Diócesis de Bangassou, mientras otras instituciones complementan otras aportaciones fundadas en lo social. Respetando la  diversidad, la Fundación modula la petición de ayuda y se hace siempre observando una necesidad concreta. Por ejemplo, al detectarse el ingreso de mujeres de entre 30 y 40 años que presentan sangrado, se articula una expedición de médicos cordobeses dispuestos a intervenirlas de fibromas. Es así como funciona la Fundación, que proclama este servicio en parroquias, iglesias protestantes y mezquitas y permiten la intervención de más de cien mujeres durante los días de vacaciones de los facultativos. Pero este proyecto no es el único que recibe el apoyo explícito de la sociedad cordobesa. Hasta 900 personas pasan por la sede de la Fundación para colmatar los contenedores que llegarán a Centroáfrica. Es un modo de darse a conocer y promover la colaboración con lo que se hace en la Fundación durante todo el año.

Un pueblo llamado a seguir creciendo

La llegada de un seminarista centro africano al Semanario “San Pelagio” de Córdoba constituye un “signo de fraternidad entre dos diócesis”, así lo entiende el Obispo comboniano, monseñor Juan José Aguirre, que celebra este año la el 20 aniversario de la creación de la Fundación Bangassou. La Iglesia africana “está en la vanguardia”, asegura este obispo cordobés, para hacernos entender que esta posición le permite recibir muchas vocaciones. La formación de un seminarista centro africano en nuestro Seminario “es una señal muy fuerte de fraternidad y comunión entre diócesis porque en la Iglesia en tierra de misión es un territorio para las vocaciones”, adelanta durante una entrevista para “Iglesia en Córdoba” en su domicilio familiar.

En la Iglesia europea se habla a menudo de escasez de vocaciones, pero la Iglesia es universal y no se puede identificar con esta afirmación. Las vocaciones europeas que no emergen, lo hacen en África. Allí, en 2050 se calcula que habrá 100.000 sacerdotes y muchísimas religiosas, calcula monseñor Aguirre. En la actualidad, en Seul o en Vietnam, los seminarios están llenos con doscientos cincuenta mil seminaristas que han de realizar estudios antes de ingresar en el Seminario. En Nigeria, cada diócesis tiene un seminario mayor con más de 150 seminaristas. El Obispo de Bangassue  abunda en la generosidad de las vocaciones africanas describiendo como los padres espiritanos cuentan con pocas vocaciones europeas, mientras en Nigeria hay miles sacerdotes de la Congregación del Espíritu Santo y del Inmaculadao Corazón de María, de los que en grupos de 15 o 20 viajan a los países Bajos para hacerse cargo de las parroquias.

Estas diferencias son expresión de la riqueza de la Iglesia Universal. El Obispo reflexiona sobre como a veces somos demasiados concretos y no observamos cómo la Iglesia Universal en África vive otro tipo de experiencia evangélicas, muy concretas del mundo africano. En la Diócesis de Bangassou los laicos preparan la santa misa y es común ver templos desbordados, “en los que no te puedes sentar si no llegas con antelación”. Es asombroso el arraigo del sacramento de la confirmación y la posterior integración de los confirmados en uno  o dos movimientos de asistencia a los más vulnerables o allí donde se sienten identificados para crecer en la fe a través de carismas dentro de la Iglesia. Los mismos movimientos se preparan para asistir a quienes han vivido un shock postraumático, como ejemplo de ayuda a l prójimo que sufre.

La diócesis que dirige como pastor el Obispo de Bangassou ha creado casas para ancianos “acusados de brujería”, son personas con demencia senil que se ven acusados “porque son la diana más frágil para echarles la culpa de los que pasa en la sociedad”. Las parroquias  se ponen en marcha para prestar servicios y así viven el Evangelio, la fe, crecer y hacer crecer la Iglesia, a través de la asistencia.

Enfocados en el rescate

Desde allí, los cristianos europeos somos observados sin tener muchos elementos de valor. Cuenta el Obispo que cualquier aparato de televisión está a cientos de kilómetros y la relación con la Iglesia del continente europeo es escasa. No se hacen comparaciones. En Centro África, se vive la Iglesia según el Evangelio a pesar de que la violencia acabó arrastrando a jóvenes confirmados que sucumbieron a las armas y se hicieron  mercenarios, “desde el año 2013 estamos recogiendo a chavales a los que creíamos que habíamos formado bien y que, sin embargo, se han  metido en la guerrilla. También algunas mujeres”, resume con dolor. El Obispo adelanta la creación de proyectos destinados a recuperar a jóvenes que han vivido la guerrilla y “tienen la manos manchada de sangre” para ponerlos en contacto con jóvenes que han sido víctimas de esa violencia y realizar juntos talleres de formación por los que adquirir un oficio. Juntos, en ese roce programado pero natural, se recuperan de las heridas de la brutalidad. Un tiempo que debe servir para pasar página y conquistar la tolerancia, después vendrá la oportunidad de recuperar la fe. A veces, en las misas, se cuenta con la presencia simbólica de algún mercenario que recita el credo en solitario como expresión de arrepentimiento y reintegración con su comunidad parroquial.