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Memoria gloriosa para la EVANGELIZACIÓN

La Iglesia de Córdoba vivió con júbilo y satisfacción la Beatificación de 127 mártires de la Diócesis que han subido a los altares constituyéndose en un ejemplo de la búsqueda de la santidad, 127 personas que murieron por odio hacia la fe cristiana, y que pese a ser asesinados, lo hicieron perdonando a quiénes los mataron. Vidas con historias y condiciones muy diversas, unidas por el martirio, que han logrado su Beatificación en la Santa Iglesia Catedral tras un largo proceso de más de quince años.

A las once de la mañana, más de tres mil personas se concentraron en las naves del templo principal de la Diócesis junto a casi doscientos sacerdotes y una veintena de Arzobispos y Obispos para participar en la ceremonia de Beatificación de Juan Elías Medina y 126 compañeros mártires: sacerdotes, seminaristas, religiosos y fieles laicos de la Diócesis. La celebración fue presidida por el Cardenal Marcello Semeraro, Prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos y delegado pontificio para la Beatificación de estos mártires del siglo XX, y participó además el Nuncio de Su Santidad en España, monseñor Bernardito Aúza.

Tras la lectura del Decreto Pontificio para la Beatificación de los mártires por parte del Cardenal, Marcello Semeraro, un gran aplauso de los asistentes irrumpió en el templo al descubrirse el tapiz donde se representa como en una gran nube los rostros de los 127 siervos de Dios. En ese momento, el coro de la Catedral interpretó el Aleluya de Händel, el canto de alabanza que se prolongó hasta la procesión de la urna con las reliquias de los nuevos Beatos.

El obispo de Córdoba dirigió palabras de agradecimiento al Delegado Pontificio para esta Beatificación. En su alocución, expresó que la Iglesia de Córdoba “da gracias al sucesor de Pedro, su Santidad el Papa Francisco, por la Beatificación de los siervos de Dios Juan Elías Medina y 126 compañeros”. A continuación, el prelado recibió la Carta Apostólica.

Eran las doce de la mañana cuando el repique de campanas de la Catedral de Córdoba y de toda la Diócesis anunció uno de los acontecimientos eclesiales que hacen historia en la comunión de la Iglesia de Córdoba, la Beatificación de Juan Elías Media y 126 compañeros mártires: sacerdotes, seminaristas, religiosos y fieles laicos de la Diócesis.

Agradecimiento del obispo de Córdoba

El obispo de Córdoba, monseñor Demetrio Fernández, tomó la palabra antes de culminar la celebración para agradecer al Santo Padre en nombre de la ciudad, del presbiterio, de los fieles y en el suyo propio, esta Beatificación. Un gran aplauso rubricó la intervención del Obispo en las naves del templo donde, como manifestó el prelado, “celebramos con inmenso gozo la Beatificación de los 127 mártires, donde la Iglesia se alegra con los mejores de entre sus hijos que son, por tanto, los que alcanzaron con un amor más grande la gloria del cielo”.

“El amor de Cristo ha revolucionado profundamente la historia, transformando el suplicio de la cruz en cauce de redención. La tortura de los mártires ha producido entre nosotros un amor más grande y hoy constatamos una vez más que la vida cristiana es cauce de humanización, reconciliación y de paz para los pueblos”, aseguró.

Monseñor Demetrio Fernández dio gracias especialmente al Santo Padre por haber inscrito a los mártires cordobeses en el elenco de los Beatos de la Iglesia, así como al Cardenal, la Congregación para las Causas de los Santos y todos los que han hecho posible llegar a la Beatificación.

“La Causa que un día inició el actual arzobispo emérito de Sevilla, en un claro mensaje de agradecimiento, ha llegado a feliz término, esperemos ahora un milagro y que nos veamos en Roma muy pronto”, expresó el Obispo en su deseo de que estos mártires se conviertan en “semilla del Evangelio”.

Homilía del Cardenal

El Cardenal Marcello Semeraro comenzó su homilía invocando el amor de Dios, “el amor misericordioso con el cual nos ha elegido” en oposición al “odio del mundo”, donde hay como celos y envidia de quien ha perdido su presa; de quien ha visto como se la robaban. Este es entonces el doble compromiso que la palabra del Señor quiere suscitar en nuestra voluntad: la toma de distancia del «mundo», que aquí indica todos los que prefieren las tinieblas a la luz, el error a la verdad, el odio al amor; y después, también, la atención a no “dejarse seducir por la nostalgia del pecado”, expresó el Cardenal para recordar que el escenario abierto con el anuncio del odio del mundo es, además, “exactamente el contrario de la otra palabra confortante y llena de promesas”.

Durante su homilía, en este día en el que la Iglesia declaró beatos a estos mártires, destacó también que no todas las dificultades y contrariedades son, pues, “odio del mundo, sino solo la violencia que se abate sobre nosotros porque somos del Señor”. Asimismo explicó que esta es una ocasión para contemplar  “un grupo que nos pone delante una variedad de perfiles humanos, una riqueza y profundidad de espiritualidad, a veces también con profundas raíces en las ciencias teológicas, expresadas en la multiplicidad de las experiencias cotidianas, antes de alcanzar la cima del martirio que sella con su sangre toda la existencia”.

“Estamos delante de una visión de la historia cuya memoria podrá convertirse en un lugar de evangelización dentro de contextos secularizados” dijo el Delegado Pontificio que calificó como “como la explosión de la Pentecostés, la realización de la profecía de Joel. El Espíritu Santo irrumpe sobre todos”, esta ceremonia de beatificación, testimonio de una Iglesia circumdata varietate.