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«Los jóvenes de Santa Luisa de Marillac enriquecen mi vida»

MARÍA PAULA GÓMEZ

PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVIERANA

María Paula Gómez Pérez es una estudiante de la Pontificia Universidad Javeriana en Colombia que ha llegado a Córdoba para hacer una práctica social en los proyectos Puerta Verde y la Maleta de Luisa, ambos desarrollados en la parroquia de Santa Luisa de Marillac
Con el proyecto “Boleto de viaje”, la maleta como metáfora de la vida de cualquier joven que se ha visto obligado a parar en la calle busca ser una herramienta que le dé un destino a este equipaje. Para lograr algo como esto es necesario construir una estrategia que permita a los jóvenes conocer su historia de vida, identificar sus potencialidades y los recursos materiales e inmateriales con los que cuenta.

¿Cómo y por qué elegiste este proyecto para tus prácticas uni-versitarias desde Colombia?

La práctica social es parte de mi formación como maestra de Filosofía en Colombia, es la última práctica que hago después de haber hecho muchas prácticas en contextos de educación formal, escuelas e instituciones educativas. Esta última práctica tiene que ver con enfocarnos en comunidades y trabajar la educación no formal, aplicando nuestros saberes para pensarlos en contextos. Contextos significa no solo pensar en los estudiantes que normalmente son jóvenes entre los 15 y 18 años, sino se supone que la comunidad pensamos en sus familias.

Para mí la práctica social desde que empecé la formación era muy importante porque siempre he querido eso, que el lugar de la educación y la filosofía sea transformador de la comunidad de manera más integral. Durante todos los semestres pensaba que lo que quería era que esta última práctica fuera un lugar central y se separaran mis estudios en la universidad, en las asignaturas académicas. La práctica podía ser diez créditos y otros diez de otras clases, entonces yo simplemente iría dos veces a la semana a un lugar, hago mis prácticas y al medio día estoy libre y voy a tener clase. Para mí suena igual que en las prácticas anteriores, donde yo voy a aportar algo y después me desconecto y sigo adelante con mi rutina.

La práctica social quería que ocupara los seis meses del semestre académico toda mi atención y por eso pensé que quería el extranjero para que la experiencia fuera algo radicalmente distinto, en contextos que yo no conociera para no pensar en lo habitual, por ejemplo la pobreza aquí es distinta a la de Colombia, en Europa no hay la pobreza que hay en Colombia, radical de austeridad material y de condiciones de supervivencia mínima, que aquí las hay siempre.

Veo que hay demasiados recursos para proveer a las familias que están desempleadas, que acaban de llegar a Europa, proveerlas de condiciones mínimas. Hay alimentos y pisos para esas poblaciones. La primera pregunta para mí es: ¿Qué significa ser pobre en Eu-ropa? Cuando llegué vi que todo el mundo tiene incluso hasta carro y viven en pisos, estoy acostumbrada a ver gente muy pobre en chozas. Entonces surge la pregunta de la pobreza como algo distinto. Tiene más que ver, no solo con la ausencia de recursos materiales, sino también la ausencia de otras muchas cosas.

Llego a la “Maleta de Luisa” a través de los Jesuitas, que llevan pensando mucho tiempo cómo trabajar aquí estas ausencias que no son solo las materiales, aunque ellos también apoyan con alimentación, sino también una formación que ayude al ser humano a proveerlos con recursos materiales sino inmateriales, valores, gustos estéticos o saberes. Los Jesuitas de la Universidad en la que estudio en Colombia tenían conexión con la Universidad Loyola en Andalucía, me ayudaron a ubicarme acá en un lugar donde tener un trabajo comunitario, en la parroquia Santa Luisa de Marillac que tiene los proyectos “La Maleta de Luisa” y “Puerta Verde”.

¿Qué te has encontrado en la Maleta de Luisa?

Ha sido enriquecedor y transformador. Fue impactante como la percepción del mundo de es-tos muchachos enriquece la mía. Una de las cosas que me encuentro es que ellos no habían tenido un proceso de escolarización y a través de la “Maleta” ellos están recibiendo formación en alfabetización. Cuando yo he empezado a trabajar el español con ellos me doy cuenta que tenemos lecturas muy distintas del mundo, por ejemplo la percepción del tiempo, ellos no saben contextualizar su vida ni en edad ni en años. Ellos cuentan que no les importaba antes el tiempo lo que a mí me parece una locura, la noción del tiempo es solo un ejemplo de la evidencia de que somos un mundo, aún muy enriquecido, y a pesar de la globalización, que piensa que todos somos del conocimiento occidental.

Vengo a empezar desde cero y me pregunto: ¿Vengo yo a traer saberes o vamos juntos a tejer un saber común? Ellos tienen muchas cosas que decir, al igual que yo. Quiero partir de esa idea, no soy yo la que viene a traer algo, a cambiar algo, sino que es recíproco.

Cuando el proceso de tus prácticas acabe, ¿qué fruto habrán obtenido? ¿En qué lugar deben situarse una vez que hayas aplicado tus conocimientos y ellos te hayan enriquecido a ti?

El “Boleto de Viaje” es un complemento de lo que ya existe en la “Maleta de Luisa”, juntos construimos un proyecto de la vida de estos muchachos. La idea es que no salgan al mundo laboral simplemente a conseguir un empleo para sobrevivir, sino que se puedan construir unos objetivos en virtud de unas historias de vida que en muchos casos están llenas de mucho dolor.

Reconocemos unas potencialidades, unas capacidades pero también unas dificultades y ponemos unos objetivos que sean auténticos y sostenibles. Tenemos que ver qué recursos tenemos materiales e inmateriales. Finalmente, hay que ver qué cosas específicas necesitamos para lograr las metas, esto es el “Boleto”: el destino.

¿Cómo es la juventud católica de Colombia?

La juventud católica colombiana está sedienta de una transformación de la Iglesia en Colombia. Es una Iglesia tremendamente mar-cada por la tradición que a veces termina rallando con el dogmatismo y para muchos jóvenes está perdiendo sentido. Seguimos las tradiciones solo porque son tradiciones y estamos sedientos de llenar de sentido nuestros símbolos católicos. A través de los movimientos juveniles las comunidades se crean en torno a esta necesidad de poder conectar y tener vínculos verdaderos con la gente que comparta lo que siento, porque aun-que estamos más conectados que nunca, muchos jóvenes se sienten tremendamente solos porque sien-ten que no tienen a alguien a quien contarle lo que están viviendo.

Las comunidades cristianas para los jóvenes terminan siendo un lugar de encuentro y eso le da sentido a la religión católica.