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Entrevista a Álvaro Fernández-Martos

By 7 de septiembre de 2023847, Entrevista

ÁLVARO FERNÁNDEZ-MARTOS

ORDENANDO DE DIÁCONO

«El reto más grande ha sido decir: “Señor, te dejo que tú sigas adelante”»

Álvaro Fernández-Martos será desde el 8 de septiembre, el nuevo diácono de la diócesis de Córdoba, tras recibir el paso previo a su ordenación sacerdotal de manos del obispo de Córdoba, en la Santa Iglesia Catedral.
Nacido en el seno de una familia cristiana, perteneciente al Opus Dei, Álvaro es el tercero de cinco hermanos, dos de ellos consagrados a la vida monástica. Tanto para él como para su familia, es una gracia inmensa la que Dios le ha concedido, puesto que no sólo él ha sido llamado al orden sacerdotal, sino que dos de sus hermanos –son cinco en total- han ingresado en la comunidad religiosa Verbum Spei y Stella Matutina.

¿Quién es Álvaro Fernández-Martos?

Álvaro Fernández-Martos nació el 16 de septiembre de 1997, en Córdoba. Tuve la gracia inmensa de nacer en una familia, donde con mucha sencillez, se ponía a Dios en el centro y lo tratábamos con normalidad. Me acuerdo que desde niño, me daba cuenta de que mis padres trataban a Dios como alguien personal, que contaban con Él en su vida y, viendo ese contacto de mis padres con Dios, fui yo creciendo en mi familia, donde somos cinco hermanos, yo soy el tercero de esos cinco.

En mi adolescencia, tengo que reconocer que me vinieron algunas dudas en torno a la fe, pero Dios en su providencia, puso en mi camino una Jornada Mundial de la Juventud en 2011 en Madrid. Fue ahí, con 14 años, cuando el Señor me marcó de una manera muy profunda. En esa Jornada Mundial de la Juventud, yo vi que había jóvenes de todas las culturas, con situaciones de todo tipo, tanto sociales como personales, totalmente distintas a la mía. Viví aquellos días con una alegría muy profunda, una alegría que no era solo exterior, como la que yo estaba acostumbrado a ver en el mundo, sino muy profunda, se planteaban lo que Dios quería de ellos y a mí eso me sorprendió profundamente. Recuerdo que el último día de esa jornada, después de una situación bastante graciosa, una señora vino hacia mí y, después de echarme la bronca, se quedó en silencio y me dijo: Oye, ¿tú has pensado en ser sacerdote? A mí esa pregunta me sirvió para experimentar una alegría y una paz que yo sabía que venían de Dios, y eso se me quedó como como un sello ahí en el corazón.

Recuerdo que después de esa Jornada Mundial de la Juventud, yo volví a mi casa y comencé a tratar al Señor personalmente, como lo he visto de chico en mi familia, comencé a hacerlo porque el Señor me concedió una gracia grande en la JMJ.

Después de la Jornada Mundial de la Juventud continué hablando regularmente con un sacerdote, tenía un grupo de fe con chavales de mi edad, y además, como mis padres son del Opus Dei, fui creciendo en ese ambiente en el que conocí la fe y el Señor, y eso me hizo muchísimo bien.

¿Por qué decidiste ingresar en el Seminario?

Es verdad que no siempre tuve claro mi vocación al sacerdocio, porque el Señor me llamaba, pero yo no le hice demasiado caso. Estuve saliendo con una chica, pero cuando iba a la oración y veía un sacerdote que vivía el sacerdocio alegre, me atraía mucho. Recuerdo una frase del Evangelio que un día rezando se me quedó grabada y decía que “si dejáis casa, tierra, mujer, hijos por mí y por el Evangelio, recibiréis cien veces más en esta vida y en la vida eterna”. Eso me pareció una promesa sobreabundante y a mí me atraía mucho. Aun así, comencé bachillerato, pero en segundo de bachillerato lo pasé mal. Tenía un gran dilema, porque yo estaba inmerso en el tema del fútbol, me planteaba desde pequeño dedicarme al mundo del deporte y se me abrió un abanico de posibilidades bastante grande, entonces lo pasé regular porque no sabía si hacer mi plan o el plan de Dios. Pero gracias a la oración y gracias al sacerdote con el que hablaba, pude tomar la decisión de continuar estudiando y viendo qué responder a lo que el Señor me pedía, hice incluso dos cursos de filosofía en Pamplona y ya decidí venirme al Seminario, donde estoy muy contento.

¿Cómo vive tu familia que ya seáis tres consagrados, dos religiosos y un futuro sacerdote?

¡Es una gracia de Dios increíble! Yo he visto como ha sido el proceso de ellos, como han respondido a la llamada de Dios y la verdad que, visto desde el exterior y también desde el interior, es una cosa bastante maravillosa descubrir cómo el Señor se va metiendo en su vida y en la de mi familia. ¿Cómo lo toma? Pues la verdad es que mi familia, al principio, no conocía demasiado la vida religiosa y querían saber un poco de las comunidades en las que tanto mi hermano como mi hermana querían ingresar y en las que se vieron atraídos. La de mi hermano es Verbum Spei y la de mi hermana es Stella Matutina, que están en la Rambla. Pero mi familia es muy creyente y, aunque al principio querían conocer todo, eso le duró bastante poco porque se alegraron mucho de que Dios entrase en mi familia y llamara a algunos de nosotros. Es curioso como el Señor llama a cada uno como llamó a sus hermanos en el Evangelio, así que en mi casa lo vivimos sorprendidos, pero maravillados a la vez.

¿Qué han supuesto para ti estos años en el Seminario?

Han sido unos años espectaculares, de presencia del Señor, de darme cuenta que el Señor quiere hacer su obra en mi debilidad. Sigo pensando que el Señor me llamaba, no por tener alguna capacidad, sino por pura gratuidad y porque ha visto mi debilidad, no por otra cosa. Me ha ayudado muchísimo.

A los formadores les agradezco con todo mi alma todo el esfuerzo y toda la paciencia que han tenido conmigo en la formación, en las direcciones espirituales, en las charlas con el rector… Todo me ha ayudado muchísimo para vivir en la verdad. Además, de manera muy grande, me ha servido el contacto personal que he tenido con mis hermanos del Seminario. Ha sido impresionante todo lo que ha pasado desde que yo entré hasta ahora que, si Dios quiere, será mi último curso. Ellos me han enseñado a ver la presencia de Dios en ellos, sin que ninguno seamos perfectos, porque el Señor no nos llama a los perfectos, sino a los que somos débiles y yo he aprendido muchísimo eso de mis hermanos, mucho.

¿Qué experiencias te han marcado?

Muchas, pero reitero lo que he dicho anteriormente, el contacto con mis hermanos me ha ayudado muchísimo: tener confianza plena en ellos, que te digan las cosas como son, que puedas hablarlo todo con ellos… es una experiencia que a mí me parece que es muy bella y un regalo del Señor.

Luego, en la pastoral, me ha marcado encontrarme con heridas concretas de gente que sufre, que tiene sed de Dios. Pienso en personas concretas con las que he estado y eso sí que es verdad que me ha marcado mucho y me ha servido para tomarme en serio el estudio, para que yo pueda acercar a Dios a los demás. Me ha ayudado a poner mi inteligencia al servicio de la fe en la teología, no para ser intelectual, sino para ayudar a la gente sencilla y servir a los demás.

¿Cuál ha sido el reto más grande al que te has enfrentado?

Ver que el Señor quiere hacer esta obra conmigo, es decir, que Dios se ha fijado en mí para ser sacerdote. Y el reto ha sido decir: “Señor, te dejo que tú sigas adelante”. Me parece que ha sido el reto más grande, tanto que el Señor se haya fijado en mí, como tener yo la capacidad de responderle.

¿Qué representa para ti el diaconado?

Durante estos días me ha servido mucho la oración, saber que de alguna manera voy a pertenecerle a Dios. Es verdad que ya es del Bautismo pertenecemos a Él, pero ver cómo voy a entrar en el grado del Orden y me voy a consagrar a Él, me llena de un gozo bastante grande.

Me preparo para recibir la gracia del Diaconado con la ilusión de recibir lo que el Señor me ha pedido siempre. El hecho de poder bautizar, poder casar, de poder ser representante del Señor, me llena de muchísima ilusión.

Si tuviera que decir algo de lo que siento serían dos cosas. La primera, una ilusión enorme de ver que el Señor se ha fijado en mí gratuitamente; y la segunda es una conciencia de debilidad, porque miedo es verdad que no hay no, pero soy consciente que el Señor no hace esto porque yo sea capaz, sino porque me ha mirado, sabiendo cómo soy, y está a mi lado.